EL COMENTARIO

Dylan

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A principios de este mes, en Long Branch, Nueva Jersey, un merodeador que caminaba bajo la lluvia fue denunciado y detenido. El merodeador resultó ser Bob Dylan. Es lo que él le dijo a la joven policía Kristie Buble, pero ella no le creyó. Según la agente, no es que ella no supiera quién era Dylan, sino que las fotos que había visto alguna vez no se parecían a este vagabundo sin afeitar de 68 años vestido con un pantalón de chándal, botas de lluvia y dos chubasqueros. El sospechoso se había metido en una propiedad cuyos dueños estaban muy alarmados, pues no les pareció lógico que el cartel de en venta atrajera a un indigente. A la joven policía el viejo le pareció sospechosísimo, quizás a causa de su amabilidad. Luego se ha sabido que Dylan estaba cerca de la casa donde Bruce Springsteen compuso Born to Run. «Sargento, este tipo dice que es Bob Dylan», explicó la agente cuando ya estaba metida en averiguaciones. El sargento abrió la puerta del coche patrulla y miró dentro. «Ese no es Bob Dylan». Pero sí era. Dylan no se lo tomó a mal. Fue sorprendido rondando aquella donde pasó su niñez John Lennon. De Dylan se dice que es excéntrico, pues todo lo que no es prefabricado es excéntrico.

Los centros expenden la norma y el producto que se fabrica en serie. Bob Dylan es americano. Es una leyenda del rock. En cambio, el fantasma de Dylan Thomas, que cogió su última borrachera en el hotel Chelsea de Nueva York, en el que Bob Dylan compuso unas cuantas canciones, pertenece a los extrarradios de la poesía, un territorio saqueado por los profesores de universidad pero mantenido realmente por los guardianes de una excéntrica memoria humana, continuadores de una tradición, la de la literatura en general, que es ya una resistencia.