Afganistán busca al sustituto de Masoud
Todos los candidatos a la presidencia tratan de demostrar lo cerca que estuvieron del héroe nacional afgano asesinado por Al-Qaeda
| ENVIADO ESPECIAL. BAHARAK Actualizado: Guardar«Es irreemplazable. Ninguno de los candidatos electorales puede igualarle». Ramesh Siawash acude como cada semana con su familia a visitar la tumba de Ahmed Sha Masoud, el mítico León del Panjshir convertido en héroe nacional afgano tras su asesinato a manos de Al-Qaida el 9 de septiembre de 2001, dos días antes del atentado contra las Torres Gemelas de Nueva York. «Todo sería diferente si estuviera vivo. Los roces permanentes y diferencias entre las distintas etnias estarían superados. El gran problema es que nadie parece dispuesto a seguir sus enseñanzas», lamenta Khosal Nuri, amigo de infancia y responsable del cuidado de un mausoleo que terminará de construirse en 2012 y al que acuden «hasta dos mil personas cada viernes». Los seguidores del comandante muyahidín podrán entonces alojarse en un lujoso hotel con vistas a su tumba y su cuartel general.
A cuarenta grados de temperatura, los empleados de esta obra que ejecuta una empresa iraní se emplean a fondo. Sus únicos testigos son los restos de tanques, baterías antiaéreas y vehículos blindados soviéticos que forman una especie de desguace museo en homenaje a la persona que más duro combatió al Ejército Rojo y que después plantó cara a los talibanes como comandante en jefe de la Alianza del Norte. Ni unos ni otros pudieron imponer su ley más allá de Dalan Sang, el mítico puesto de control situado a la entrada natural al valle.
«Cuando le asesinaron, aquí nadie podía creerse que era obra de un suicida. Fue la primera vez que muchos oíamos hablar de un atentado de estas características», recuerda Abdul Jawar, subordinado de Masoud durante la yihad y encargado ahora de mostrar su despacho a los visitantes. Ocho años después e inmersos en las últimas 48 horas de campaña electoral, la violencia asola el país y los ciudadanos tienen pánico a que llegue el jueves por las amenazas de los talibanes de atacar los colegios electorales. El último atentado suicida contra el cuartel general de la OTAN en Kabul ha puesto la balanza de la guerra psicológica del lado talibán y se desinfla la confianza en las medidas de seguridad de las fuerzas internacionales.
Ni rastro de Karzai
En la estrecha y ahora bien asfaltada carretera que surca el valle de los cinco leones la fotografía de Masoud en cada comercio eclipsa al resto de candidatos electorales. El único que puede encontrarse es el rostro del doctor Abdalá Abdalá, que fue lugarteniente del ahora héroe nacional. De padre pastún y madre tayika, Abdalá parece el relevo natural de Masoud entre los miembros de esta etnia que supone aproximadamente un cuarto de la población del país. «Estuvo en la línea del frente, luchó mano a mano con nosotros», recuerdan los comerciantes de Baharak mientras muestran la imagen del ex ministro de Exteriores pegada en las paredes de adobe. No hay rastro de Hamed Karzai, pero sí algún retrato aislado del hombre fuerte que le apoya en su candidatura, Mohamed Fahim, ex ministro de Defensa.
«Es la zona más segura del país», aseguran fuentes de la base americana en un valle en el que nunca han tenido problemas. Señalado como uno de los señores de la guerra por su papel durante la guerra civil afgana, su recuerdo no despierta las mismas simpatías entre los ciudadanos del país, especialmente entre los miembros de las etnias pastún y hazara. Masoud pasa de héroe a asesino en función de la zona donde uno pregunte a la gente. Pero en el Panjshir no hay fisuras y entre los principales candidatos a la presidencia tampoco. Todos tratan de demostrar lo cerca que estuvieron de Masoud como señal de prestigio. A orillas del río Panjshir la carrera electoral parece lejana. Para estos ciudadanos, sea quien sea el futuro presidente, Masoud seguirá siendo el más grande.