La potencia emergente va a clase
India aprueba una ley que convierte en obligatoria y gratuita la enseñanza hasta los 14 años, en un esfuerzo histórico que aún no cuenta con los presupuestos necesarios
Actualizado: GuardarSawarjadee acaba de cumplir 13 años y sueña con vestir uniforme escolar y sentarse en un pupitre. Cuando ve a los niños salir dando gritos del colegio no puede reprimir su envidia. Pero la azada le espera. Tiene que trabajar en el campo para contribuir a la subsistencia de la familia. Forma parte del 12% de los niños indios menores de 14 años que se ven forzados a pasar sus días en el tajo. Y él, concretamente, es un privilegiado. Sus padres, que tienen que alimentar seis bocas más con una pequeña explotación agrícola en el estado de Rajastán, le han permitido acudir a clase hasta los 11. «Sé que es importante que reciba educación», asegura Rajhana, su madre. Sin embargo, esa aseveración no es aplicable a las dos hermanas de Sawarjadee, que se suman al 46% de mujeres que no saben ni leer ni escribir. «Tienen que cuidar de la casa», razona la progenitora.
Si se cumple la histórica ley que India ha aprobado este mes, su lugar no estará en la cocina, sino en un aula. Así lo ha determinado el Parlamento del gigante asiático, que busca reflejar el espectacular crecimiento económico de la última década en el beneficio del conjunto de sus 1.200 millones de habitantes y acercarse a los Objetivos del Milenio de Naciones Unidas, entre los que se encuentra la consecución de la educación universal.
La nueva norma, una de las promesas del programa electoral del partido del primer ministro Manmohan Singh, podría entrar en vigor a finales de año, y supondrá la escolarización obligatoria y gratuita de los niños de entre 6 y 14 años. Teniendo en cuenta que suman más de 300 millones, de los cuales 70 millones no han acudido nunca a clase, no es de extrañar que la oposición haya criticado que el plan para reducir el índice de analfabetismo al 25% en 2011 es magnífico, pero que no hay fondos para ponerlo en práctica. Y como nunca llueve a gusto de todos, otros grupos se lamentan de que haya quedado excluida la educación preescolar.
Rascarse el bolsillo
De lo que no hay duda es que, para dar este fenomenal salto, India tendrá que rascarse el bolsillo y aumentar considerablemente el presupuesto que destina a la formación de sus ciudadanos, que actualmente se sitúa en el 4,1% del PIB, muy lejos del 14% que dedica a su defensa. Tendrá que construir miles de escuelas, y ya ha anunciado que descargará parte del peso en las instituciones privadas que han alumbrado a la nueva élite del mundo informático. Según la nueva ley, al menos el 25% de los alumnos tendrá que proceder de familias sin recursos económicos.
Es una decisión valiente destinada a limar las diferencias de clase. «No sólo es necesario que los niños acudan a clase. Hay que asegurar también que reciben una educación decente», comenta Alistair Gretarsson, director de Comunicación de Unicef en Delhi. Según los datos oficiales, el 25% de los profesores falta a su trabajo de forma regular y un 34% de los grupos ni siquiera cubre el mínimo de materias, que ya de por sí es muy inferior al de otros países del entorno.
«Es necesario apuntalar el crecimiento y para eso hace falta mano de obra cualificada, porque el mundo empresarial se encuentra con un desierto cuando busca jóvenes verdaderamente preparados», asegura Ricardo Gallego, responsable de Lantek, empresa de desarrollo de software, en Bombay. «Cada año India produce miles de ingenieros, pero su número sigue suponiendo un porcentaje ridículo de la población total», añade Harish Kolar, consejero delegado de la empresa BRIO.
Kris Gopalakrishnan, director de Infosys, una de las principales compañías de software y abanderada del boom económico de India, pone cifras a esta aseveración: «El sector de las Tecnologías de la Comunicación y la Información (TIC) contribuyó el año pasado un 5% al PIB del país, pero sólo emplea a 2 millones de personas de forma directa (un 0,16% de la población) y a 12 millones (un 1% del total) si se incluyen los empleos indirectos».
El ministro de Desarrollo de Recursos Humanos, Kapil Sibal, es consciente de los problemas sociales que puede desencadenar esta injusticia. «Como nación, no podemos permitir que nuestros hijos no acudan a clase», declaró en el Parlamento. Para eso, el Ejecutivo se propone acabar con las tasas que algunos colegios imponen a las familias y con las prácticas de matriculación arbitrarias, que favorecen a los ricos. Eso sí, la aplicación de la norma quedará en manos de los gobiernos de cada Estado, lo cual puede quedar en papel mojado en aquellos territorios que no controla el Partido del Congreso.
Discapacitados
En cualquier caso, la ambición del Gobierno llega también a los niños con discapacidades físicas y psíquicas, y no hace distinción entre castas, un hecho que ya ha provocado crispación entre las clases pudientes. «No quiero que mi hija se tenga que codear con analfabetos intocables en clase», se queja la mujer de un empresario que prefiere no revelar su nombre. «Si creen que van a mejorar la situación de los pobres enviándolos a escuelas de ricos, están equivocados. Lo único que conseguirán es lastrar el desarrollo de los más inteligentes. Y necesitamos crear una masa crítica de cerebros que aúpen a India como potencia mundial», apostilla.
No hay más que acercarse a su casa de adobe y paja para darse cuenta de que la riqueza esquiva a la familia de Sawarjadee. Como muchas decenas de millones en India, raro es el mes en el que los ingresos superan el euro por cabeza y día. Por lo tanto, ¿conseguirá la nueva ley devolver al joven a la escuela el año que todavía le quedaría por cumplir? Su madre lo tiene claro: «Necesitamos que trabaje para darle de comer». Sin duda, el camino que lleva a la educación obligatoria y gratuita en India tendrá que sortear montañas colosales y vadear extensos ríos.