
Los vendimiadores hacen las maletas
13.500 trabajadores españoles van a recoger la uva a Francia espoleados por la crisis y atraídos por unas condiciones mejores
Actualizado: GuardarCuando la crisis arrecia, muchos deciden hacer las maletas y salir en busca de nuevas oportunidades. Aunque no son tantos como en la década de los 70, cada vez más españoles se desplazan a la vendimia francesa. Buscan un empleo y, a poder ser, un mejor jornal. Es una tradición que se remonta en algunos casos a varias generaciones y que, lejos de extinguirse, ha recuperado protagonismo desde hace tres años a causa del galopante ritmo del paro. Estos días, según la Federación Agroalimentaria de UGT, 13.500 temporeros viajarán al país vecino para recoger la uva, lo que supone un aumento del 12,5% con respecto al año pasado y del 35% en comparación con 2007.
La afluencia española, asegura el sindicato, iba a la baja pero, a partir de 2006, a raíz de «la mala cosecha de aceituna en Andalucía» y del posterior «desplome de la construcción», no deja de aumentar. «Cuando el ladrillo va mal, los trabajadores buscan refugio en el sector primario», explica Jesús Acasuso, el secretario ugetista de Migraciones. Recuerda también la «incongruencia» de que durante los años de bonanza vinieran miles de extranjeros de Europa del Este a trabajar, «mientras que nosotros emigrábamos a Francia y Alemania porque los salarios de aquí eran mediocres». Este año han vuelto a montarse en el autocar «grupos de temporeros que llevaban más de siete años sin subir a Francia».
Los españoles se embarcan en el viaje atraídos por unas condiciones laborales incomparablemente mejores y espoleados por las escaseces propias de la a veces ingrata agricultura. Dependerá de la categoría profesional por la que sean contratados, pero en Francia no cobrarán menos de 8,82 euros por hora, el salario mínimo interprofesional allí. Una cantidad «tentadora» en comparación con los 7,70 que reciben en la vendimia riojana, «la mejor pagada» del país según la central socialista.
Adelino Liébana, de 44 años, lleva más de media vida cruzando la frontera para arrancar la fruta de la vid. Al principio, cuando acompañaba a su padre, se hacían pasar por turistas porque trabajaban de forma ilegal. Ahora parten con un contrato en origen que les garantiza un trabajo más humano y disponen de un alojamiento que a él le hace sentirse «como en casa». No se avergüenza de la vida que ha llevado, pero no quiere «para sus tres hijos el mismo futuro».
Antonia Álvarez es más joven que Adelino -tiene 24 años- pero conoce «bien» la vendimia francesa. Ya arrastra seis temporadas a sus espaldas. Su hermana estudió enfermería y no es habitual que le acompañe en su periplo, pero hace cuatro años se animó «porque no encontraba nada mejor en lo que trabajar». La vendimia francesa se revela así como una especie de recurso de última hora que no suele fallar cuando las cosas pintan mal.