Sociedad

«Era como una estrella del rock»

El director Michael Mann encuentra en Obama al Dillinger actual, «en lucha contra la mala gestión de los bancos»

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Michael Mann (Chicago, 1943) tuvo «una revelación» cuando, de joven, vio en la universidad ¿Teléfono rojo? Volamos hacia Moscú. Supo que quería ser director de cine. Estudió en Londres y, a su vuelta, se hinchó a trabajar en series como Starsky y Hutch. Su primer largometraje, Ladrón, pasó desapercibido en 1981, así que creó y produjo la serie más influyente de la década: Corrupción en Miami.

Tras presentar al mundo a Hannibal Lecter en Hunter, Mann demostró a los estudios que podía ser rentable. Con el permiso de Brian de Palma, el autor de El último mohicano y Heat es uno de los mejores estilistas del cine americano actual. Un mago en la creación de atmósferas, que dota a sus películas de un ritmo hipnótico a través de un fascinante uso de la fotografía. Si en Collateral empleó la alta definición digital con un sentido dramático nunca visto, Enemigos públicos más que recrear la América de los años 30 nos sumerge en ella.

«El digital me permite llevar al público al momento mismo de la acción, así deja de ser un mero espectador», explica Mann, uno de los pocos directores que porta personalmente la cámara. «La desventaja de rodar en digital es que algunas cámaras son enormes, como si uno llevara una nevera al hombro; la ventaja es que da una sensación de inmediatez». El cineasta tomo una decisión desde el principio: no explicar quién es Dillinger. «Nos metemos en la historia de golpe, y por eso era necesario usar alta definición. La conexión con lo que ocurre en la pantalla es mucho más verosímil. De hecho, hicimos pruebas en 35 mm. y parecía una película de época. Pero cuando vi el resultado en alta definición pensé: Estoy en 1933».

Crisis existencial

Mann se sintió intrigado por la figura de un atracador de bancos «sin sentido del futuro». Y es que, a diferencia de otros ladrones, Dillinger nunca pensó en acumular un botín y huir a otro país. «Vivió el momento como si durara eternamente. Los periodistas de la época le describían como una estrella del rock, le comparaban a un actor de cine. Dillinger se aprovechaba de eso. Sabía que cuanto mejor cayese a la gente, menos probabilidades había de que le delataran. Si durante un atraco mantenía a una mujer como rehén y un miembro de la banda decía un taco, no lo permitía: ¡No hables mal delante de la señora!. Sabía que cuando la mujer saliese hablaría con los periodistas: John Dillinger es un caballero, me ha tratado muy bien».

El director de Ali siente precilección por los caracteres masculinos fuertes, muchas veces al otro lado de la ley. «No me apasionan las películas de gángsters ni el cine de época». Según él, Enemigos públicos no es una película de género. «Explora el comportamiento de hombres en plena crisis existencial. ¿Qué piensa Dillinger mientras está sentado en el cine, sin saber que ahí fuera le esperan treinta personas para matarle? Él escucha a Clark Gable en la pantalla, casi se establece un diálogo entre los dos: Muere tal como has vivido, de golpe, cualquier otra vida no tiene sentido».

Con todo, Mann sabe que los héroes románticos ya no tienen cabida en el mundo actual. «En EE UU, por primera vez en mucho tiempo tenemos un líder astuto e inteligente, que entiende el peligro que implica la disparidad entre los muy ricos y el resto del mundo. Dillinger no está, pero su equivalente sería la administración Obama, en lucha contra la mala gestión de los bancos en los últimos años».