CALLE PORVERA

los que sientan cátedra

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En mitad de una de esas siestas de las que apenas disfruto (aunque ya me queda poco para recuperar el tiempo perdido) las voces de esos pajarracos contertulios que se creen sentar cátedra cada tarde me sobresaltaron para acabar con mi plácido sueño. Aunque pueda parecer una excusa, es cierto que una vez que me topé de bruces con ellos me quedé a escuchar atentamente qué era eso tan importante por lo que discutían, como si les fuera la vida en ello.

Cuál fue mi sorpresa que descubrí que los intrépidos reporteros que desgastan su increíble talento en estos shows han dado con ¡el hermano secreto (que ya evidentemente ha dejado de serlo) de Blanca Cuesta! Muchos lectores se preguntarán quién es esta buena señora, cuyo mérito consiste en vivir de las rentas junto al hijo de la barones Thyssen. El caso es que lo que me llama la atención es que el hasta ahora anónimo ciudadano ha permanecido «oculto» durante 40 años, cuando el padre de la tal Blanca tuvo un affaire con su madre. Si el nuevo protagonista de la sobremesa quería continuar con su vida como si tal cosa, tendrá que renunciar a ello; si desconocía la identidad de su padre, ahora ya sabrá hasta la talla de calcetines que usa; si la familia del anciano, empezando por su famosa vástaga, desconocía la existencia de este pariente, ya tienen todos los datos con pelos y señales.

En fin, que estos programas de «investigación» han podido contribuir a desestabilizar a al menos dos familias, que tenían todo el derecho de tratar el asunto como buenamente les viniera en gana. Lo peor de todo es que seguramente estos «profesionales» creerán que están haciendo una labor social destapando secretos ajenos y escudándolo en su eterno paradigma en el que todo vale, como es el derecho a la información que tanto rechina en su boca.