El Obama afgano acecha el trono de Karzai
El ex ministro Abdalá Abdalá arriesga su vida en una campaña electoral que le lleva a recorrer todo el país.
JAGHORY Actualizado: GuardarLos dos basan sus programas en la necesidad del cambio y son personas muy educadas, ¿por qué no vamos a soñar con nuestro propio Obama para Afganistán?». Mohamed Naim tiene 18 años y el día 20 votará por primera vez. Lleva desde las siete de la mañana esperando la llegada del doctor Abdalá Abdalá, ex ministro de Exteriores (2001-2006) y aspirante a la presidencia. Hijo de madre tayika y padre pastún, este oftalmólogo de 49 años, que fue lugarteniente del mítico comandante muyahidín Ahmed Sha Masoud, ha revolucionado la campaña electoral con sus viajes a lo largo del país asiático y su discurso populista.
Los vieHamed17 rusos se desperezan en la pista del aeropuerto de Kabul. Los pilotos miman estas mismas máquinas contra las que combatían durante la ocupación soviética. «Karzai apuesta por esconderse en su palacio. Yo vuelo a reunirme con el pueblo», confiesa Abdalá Abdalá al pequeño grupo de periodistas que le acompañó ayer en su viaje a las provincias de Ghazni y Wardak, zonas para nada libres de la amenaza de la insurgencia. Los motores rugen. «Es la hora de salir», advierte el secretario del doctor con tres móviles en sus manos. «Miles de personas nos esperan». Otro de los hombres de confianza del candidato se ajusta su pistola. La campaña de Abdalá ha sufrido dos atentados en las últimas semanas y un par de colaboradores han perdido la vida en Paktika y Herat.
Pasadas las once de la mañana los dos helicópteros del aspirante independiente toman tierra en un campo de trigo del distrito de Jaghory, en Ghazni. Apenas un grupo de niños acuden al lugar atraídos por el estruendo. Sin Policía ni Ejército a la vista, Abdalá Abdalá sale del aparato y se sienta en una roca próxima. «Una hora por el aire, siete si hubiéramos venido por tierra. Hay mucho trabajo por delante, estamos ante la gran posibilidad de sacar al país de las tinieblas», reflexiona en voz alta mientras comienzan a llegar los vehículos de los líderes de la comunidad y una pequeña escolta.
«No temo a nadie. Me protege Dios», comenta antes de que un grupo de jóvenes con Ak-47 rodeen los helicópteros. La expedición venida de la capital pone entonces rumbo al lugar preparado para el mitin. Antes de entrar en la aldea, Abdalá ordena detener su coche para hacer a pie el último tramo. «¡Bienvenido, presidente!», comienza a gritar la muchedumbre subida a tejados, fardos de paja, andamios y todo lo imaginable. «Nunca una autoridad de Kabul había venido hasta aquí», confiesa uno de los presentes. Abdalá está a punto de no llegar al estrado ante la marea humana que intenta tocarle, saludarle y ver que ese hombre es de carne y hueso.
El salvador
«El país necesita ser salvado, ¿qué os han aportado cinco años de Karzai?». El público, entregado, aplaude sus palabras y pide agua, electricidad y carreteras. Los hombres siguen la intervención y las mujeres se reúnen en la parte trasera del edificio para recoger las bandejas de kocha (mezcla de carne y pasta de trigo) que los organizadores reparten entre los presentes como premio por su larga espera. También distribuyen melones y sandías. La comida tiene más éxito que los carteles con la fotografía del candidato, que terminan por el suelo.
Abdalá pretende cambiar el sistema presidencialista de Afganistán por uno parlamentario, crear la figura de un primer ministro y sus prioridades son «la seguridad y la gobernabilidad». Pero estos son temas que se discuten en los despachos de Kabul. Sobre el terreno no es momento para la gran política y se limita a prometer agua, electricidad y carreteras para alborozo general.
Vuelta a Kabul. Abdalá vuelve a darse un baño de masas para montarse luego en un todoterreno y salir disparado hacia la improvisada pista de aterrizaje. Allí le espera un campesino, que nunca ha oído hablar de él, que le reclama los daños ocasionados en su terreno por los helicópteros. Unos minutos de disculpas y cien dólares después, las máquinas rusas se elevan llevándose con ellos las promesas de prosperidad del máximo rival de Hamed Karzai.