ANÁLISIS FICHA

Torea el Juli, mata Ponce

| SAN SEBASTIÁN Actualizado: Guardar
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Las cosas de más fuste las hizo El Juli. Un segundo de corrida retinto, alto de agujas, noble por la mano derecha, revoltoso y protestón por la izquierda. Las difíciles, con el hueso de taba de una desigual corrida de El Ventorrillo, donde vino a soltarse de quinto un negro cinqueño, cabezón, suelto, incierto y sin fijeza, andarín y cobardón.

Mientras el toro gazapeaba, El Juli trató de meterlo en los engaños perdiéndole pasos, que es la fórmula más segura. Ni una ventaja se tomó Julián, que para general sorpresa había brindado al público. A este toro tan de sufrir lo mató de pinchazo y entera trasera. Lo toreó de capa con calma templada. Una media verónica para rematar un quite breve y bueno fue la joya. Y otra joya final: los tres muletazos de macheteo por delante y de pitón a rabo antes de encontrar la igualada.

La sutil manera de llevarse al segundo al huerto fue por contraste un paseo por el jardín de las delicias. Pura lógica el trabajo entero. Con el toro rendido al sentir tomado y perdido su propio terreno, El Juli se encajó en una serie caprichosa de péndulos.La resolución fue, en cada uno de los péndulos, un muletazo por alto ligado con el cambiado sin perder paso. Como si le sacudiera al toro el polvo o jugara con él.

Después, un quite por chicuelinas, puro garbo las tres, una revolera y dos recortes de repertorio. A este toro tan bien tenido no lo mató El Juli. O lo mató, pero no como suele matarlos. En la suerte contraria, una estocada perpendicular y perdiendo el engaño en el embroque. Soltó un trallazo el toro. Lo movieron más de lo debido los peones, se encogió el toro resistiéndose. El Juli pidió el verduguillo, no se descubría el toro, dos descabellos. Sólo por eso se quedó sin premio tanto primor.

Manzanares le pegó al tercero un bajonazo en toda regla y hubo hasta pañuelos reclamando la oreja. Para la estocada y para una faena irregular, de toreo descargado, salpicada de vacíos, larguísima sin mayor razón y de perder pasos salvo en los de pecho que remataron. Pareció que Manzanares se dejaba algo. Ninguna maravilla el toro, sardo, acapachado, muy ancho de cuna, gruesas mazorcas, la cuerna en tubular. Más manso que bravo, rebrincado por falta de poder pero no de voluntad.

Los balances de las corridas se hacen por sistema como si fueran un marcador de goles. Ganó Ponce por dos a cero. La espada es, pero no siempre, uno de sus puntos flacos, y con la espada marcó Ponce los goles. En la suerte contraria, un gran cañonazo para, con la ayuda de una rueda de peones, tumbar al bravo primero, hermoso sardo, el mejor de la corrida. En tablas y dando al toro salida a querencia, otra estocada que casi fulminó a un cuarto grandullón.