Capullo de Jerez, el domingo en La Unión. / LA VOZ
FESTIVAL DE CANTE DE LAS MINAS

Cuando Cádiz se hace grande

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E n el ecuador de las galas del Festival de La Unión, en la noche del domingo, se presentaban tres platos suculentos en el menú de la cena para elegir, tres estilos diferentes los de Guillermo Cano, Mariana Cornejo y Capullo de Jerez, tres artistas en candelero que durante más de tres horas dejaron su cante y su gracia.

Si nos atenemos al orden de actuación, digamos que le tocó romper el hielo a Guillerno Cano, que a la noche le dio candela Mariana Cornejo y que Capullo de Jerez, le echó fuego al fuego. Si nos atenemos a otro orden subjetivo comenzaremos esta crónica que no pretende ser una crítica, nada más alejada mi posición de los conceptos de flamencólogos o flamencólicos, con todos mis respetos para todos los estudiosos de lo flamenco y su historia.

Y comencemos, si más dilación, con la cantaora Mariana Cornejo, que a pesar de su veteranía era nueva en esta plaza. La Cornejo con su vestido floreado, su mantilla y su peineta coronada por dos rosas blancas y rosas, y su salero castizo gaditano, salió con ganas de dar guerra y dijo: «Estoy muy contenta de estar aquí esta noche, porqué yo tenía muchas ganas de estar aquí y por una cosa o por otra no he podido, pero bueno, ya llegó la hora; ahora vamos a ver cómo me porto. Yo vengo con mucha ilusión a destrozarme porque este festival es muy grande». Y con cante grande de Cádiz principiaba su lección con las cantiñas de la Rosa y las alegrías gaditanas, proclamando con guasa que iba a dar una oferta como los súper de dos por una. Y con esos cantes de aroma marinero, con ese compás que se pega como una garrapata que te hace mover el cuerpo y las manos se van las palmas, como unas suaves olas, iba fagocitando al público.

'Chuflillas'

Con el público ya en comunión, les seguían unas bulerías de Cádiz, unas chuflillas en la que recordaba alguna letra de su tío Canalejas del Puerto Real, y que otras a mí inevitablemente me recordaban al gran Chano Lobato y a su humor inigualable cuando me contaba que la mejor bailarina era su perra Linda, que distinguía las palmas por bulerías o por alegrías.

Y también sonaban los ecos de La Perla, y menudas bulerías de oro, de los fenicios de Pericón, con un remate por jotas: «Y si no se le quitan bailando los dolores a la molinera, dejalá que se muera de pena».

Y más tangos, a Mariana Cornejo le había tocado la parte festera. En un momento, su excelente guitarrista Pascual de Lorca, afinaba la guitarra y Mariana le decía: «Afina, a ver si me pones bien las cuerdas a mí». Y terminaba su gran actuación por bulerías, cantando de pie, y bailando entre tercio y tercio con una gracia que no se podía aguantar. El cante festero de Cádiz se hacía grande.

Aunque Guillermo Cano, debutaba como profesional en una gala, ya conocía estas tablas de su participación en sus concursos en los que ganó varios premios, y venía con una responsabilidad muy grande. Nada más salir ya dijo: que lo sentía, que no lo podía expresar con palabras su alegría, y que por lo tanto lo iba a intentar con el cante. ¡Y vaya si lo hizo! Comenzó a entonarse con una milonga, continuó por soleá que remató por bulerías, y ya calentito se arrancó por una serie muy larga de fandangos de Huelva y personales, que fueron muy aplaudidos y jaleados. El hielo, aunque parezca una contradicción, que no lo es porque puede llegar a quemar, ya estaba muy calentito, y Guillermo concentrado en sí mismo, abandonó el micrófono y dejó que el eco de su gran voz natural volará y se esparciera como una onda por el recinto; ya estaba presentando sus credenciales de un enorme fandanguero.

Prosiguió con una serie de cantes de Levante, que también domina; siguió por bulerías, por tangos, y volvió a los fandangos para poner al público en pie. Gran actuación de Guillermo Cano, que estuvo siempre muy bien acompañado por la guitarra de Rubén Leganiego y las palmas y las voces de Los Macarini. A buen seguro que estarían disfrutando, como siempre, el magistrado Enrique Quiñonero, del Tribunal Superior de Justicia de la Región de Murcia, así como el diputado nacional Vicente Martínez Pujalte o el senador Pedro José Pérez, ambos del P.P, a los que acaompañaba el alcalde de La Unión, Francisco Bernabé.

Clientela fija

Y llegó el momento de la explosión festera. Capullo de Jérez tiene una buena clientela fija, y les da lo que le piden: fiesta y más y fiesta. Capullo de Jerez es una máquina y una máquina de hacer bulerías, pero no crean que las hace como churros. Cada serie tiene su enjundia. Cantó con su característico estilo de gitano jerezano de pura cepa, por soleá, fandangos y martinete, y lo bordó hasta el paroxismo con las bulerías del fin de fiesta, ya cerca de las tres de la madrugada. Capullo, con perdón, de Jerez, estuvo soberbio con esos tercios jerezanos, que recorta como le viene en gana, al compás de las palmas de Jesús El Romántico y Carlos Tequila y la percusión precisa de Luis de la Tota, que hasta parece un director de orquesta cuando mueve los brazos, siempre al compás. Y de la guitarra de Manuel Gero no digamos ná. ¡Menuda guitarra jerezana, cómo espolea con sus bordones al Capullo!