CALLE PORVERA

Los detalles de Larsson

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He de reconocerlo: no he leído ninguna entrega de la saga Millenium. No sé nada ni de Mikael ni de Lisbeth, y no es que me sienta orgulloso, pero sí que me tranquiliza saber que dentro de unos meses, cuando la gente ya se haya aficionado a cualquier otro autor, podrá darle entrada a esta saga pseudo policial. Y lo haré no porque me llame la atención la de millones y millones de copias que se han distribuido de los tres libros, sino porque recientemente me enteré de que el amigo Stieg Larsson fue compañero plumilla. Y es algo innato en mí, desde siempre, echarle un ojo a todo aquel escrito que salga de un ordenador que cinco minutos antes podría estar albergando cualquier suceso o noticia.

Desde Vicent a Manuel Rivas, pasando por Pérez Reverte (lo siento, pero con Pedro J. ni lo intento), me asombra que alguien pueda tener ni cinco segundos para darle al coco en busca de una idea que conlleve una introducción, acompañada de un nudo y que acabe en desenlace. Teniendo en cuenta el frenetismo que llevamos en busca de la noticia, es todo un logro que no hayan acabado todos locos, o tal vez sí lo están.

Porque la narrativa no es la misma cuando estás en tu casa inspirado que cuando has vivido y sentido la realidad que nos rodea. No es lo mismo ser que estar, que diría aquel, pero desde mi punto de vista es una manera de mostrar el mundo, más subjetiva y cotidiana que el más letrado de los autores.

A muchos igual le sorprendería lo de Larsson. La verdad, a mí no. De hecho, no me extrañaría que Lisbeth Salander no fuera más que alguna becaria de Stieg, a la cual ya observaba desde su mesa, pensando ante el teclado en qué pensar.