La Guardia Civil refuerza en verano la seguridad en municipios de La Janda, en zonas como los Caños o las playas de El Palmar. / SANTONIO VÁZQUEZ
Ciudadanos

Los ayuntamientos costeros piden refuerzos policiales para controlar la movida en verano

Cada fin de semana los municipios de La Janda y la Bahía multiplican su población, provocando graves problemas de seguridad y tráfico En Conil planean reubicar el 'botellódromo' fuera de la ciudad Los vecinos de la zona de Muñoz Arenillas, en Cádiz, denuncian que el ruido y las molestias son constantes en la calle

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La provincia de Cádiz afronta el segundo fin de semana de agosto, y con él lo mejor y lo peor de sus consecuencias: por un lado miles de beneficios en consumo y por otra, los problemas de saturación y seguridad que trae consigo una población masificada en ciudades acostumbradas a no más de 50.000 personas.

Desde comienzos de julio y sobre durante este mes, todo se magnifica en las ciudades de costa, especialmente los fines de semana, cuando además de los miles de turistas, también se acercan miles de vecinos de la provincia. Hablamos de ciudades como Conil, Barbate o El Puerto, que en esta época aglutinan la movida gaditana.

Sus ayuntamientos hacen esfuerzos por aumentar la seguridad estos días, para articular el incontrolable flujo de personas. Pero reconocen que los cuerpos de Policía Local con los que cuentan no son suficientes para la población estacional. Ante esta situación, muchos municipios han recurrido un año más a la colaboración de la Subdelegación del Gobierno, que en la época veraniega pone en marcha el conocido como Plan especial de La Janda, que refuerza con agentes de la Guardia Civil la seguridad ciudadana de este trozo del litoral, casi siempre pacífico, que se transforma en el epicentro de la movida de la provincia.

Además del aumento de efectivos, algunos municipios han optado por desplazar los botellones a la periferia como solución al enfrentamiento entre ocio y descanso del resto de vecinos. Aunque la medida no siempre es popular, parece haber funcionado en ciudades como Vejer, uno de los primeros ayuntamientos cortar por lo sano.

De este modo, el año pasado el ayuntamiento vejeriego suprimió los chiringuitos de la playa de El Palmar, alrededor de los cuáles se reunían miles de jóvenes pertrechados con sus packs de alcohol.

Este verano, quizá la iniciativa más tajante la ha tomado el equipo de Gobierno de El Puerto, que ha reducido de dos a uno los espacios permitidos para beber en la calle, al prohibir que se siga celebrando el botellón en el Parque Calderón.

También en Conil este verano será el último en que las miles de personas que toman el paseo de los Bateles disfrutarán de las populares (y populosas) carpas, ya que el Consistorio estudia recolocarlas fuera del casco urbano. El objetivo es atraer un turismo de calidad, aunque también apartar del centro un foco de gran inseguridad, donde drogas, alcohol y peleas se suceden. Aunque eso será el próximo año.

Otra de las ciudades en donde se han tomado medidas ha sido Tarifa. En esta población campogibraltareña se ha puesto como hora máxima de cierre las doce de la noche para evitar los botellones, generando el malestar entre los chiringuiteros, que replican que ellos tienen licencia de restaurante y que, como tales, se les debería permitir estar abiertos hasta las 2 de la mañana.

CONIL

La capital del fin de semana

Adiós a las carpas

Efectivamente, falta un año para que Conil diga adiós a las carpas de Los Bateles, en cuya explanada se reúnen miles de jóvenes cada noche. Por supuesto, la movida conileña no se limita a este gran botellódromo, pero éste sí es el aspecto más problemático para la ciudad, ya que obliga a cerrar el centro urbano al tráfico a partir de la medianoche. Para evitar esto y el molesto ruido, el Ayuntamiento planea reubicar las carpas, aunque aún no hay un sitio definido. Lo cierto es que «será fuera del centro urbano», explica Pepa Amado, concejal de Seguridad, que defiende la tranquilidad de Conil, pero lamenta «la falta de ayudas de otras administraciones para abastecer a una población que se triplica en dos meses». En materia de seguridad ciudadana, la Policía Local se ve obligada, por ejemplo, a realizar horas extras para incrementar las patrullas. Y desde hace años, cuentan con la colaboración de la Guardia Civil, para dirigir el tráfico y mantener el orden.

EL PUERTO

Sin policías suficientes

Botellódromo menos

«La Policía Local de El Puerto está saturada». Lo reconoce su máximo responsable: Carlos Montero, el concejal de seguridad portuense, que se encuentra ante una extraña paradoja: «Cuando la población de la ciudad se triplica hasta las 300.000 personas, los agentes cogen las vacaciones y el cuerpo se reduce casi un tercio». Montero se justifica diciendo que la situación fue causada por el anterior equipo de Gobierno.

Cada fin de semana, el mayor reto de El Puerto vuelve a ser el conflicto entre ocio nocturno y la tranquilidad de los vecinos, además de los accesos a un centro de la ciudad hasta ahora tomado por el botellón. La solución, no obstante, no termina de cuajar: este año se ha suprimido uno de los dos espacios donde se permitía beber alcohol en la calle, en el parque Calderón (en pleno centro) y el botellódromo queda reducido al Paseo José Luis Tejada. Sin embargo, este espacio apartado del centro no es tampoco el más adecuado, ya que el ruido sigue generando las quejas de los vecinos cercanos, así que el Ayuntamiento portuense busca nuevos espacios.

«Pensamos en situarlo en la banda izquierda del río, pero Autoridad Portuaria ha rechazado la propuesta», declaró Montero. A pesar de las limitaciones sobre el papel, el concejal reconoce que en la práctica la Policía es incapaz de parar la avalancha de jóvenes: «Tenemos una pareja para evitar que nadie salga del Paseo José Luis Tejada», pero esta zona casi siempre se extiende a la ronda de la Puntilla, tomada por una marabunta de cientos de personas.

CÁDIZ

El verano no es para la Punta

El chiringuito de noche

A pesar de ser la capital, la oferta de ocio nocturno en la ciudad de Cádiz durante el verano se queda pequeña comparada con ciudades como Conil, Vejer o El Puerto, donde se concentran cada fin de semana las mayores afluencias de jóvenes. Como cada verano, la marcha en Cádiz se traslada del centro de la ciudad al entorno del Paseo Marítimo, donde a pesar de todo, queda lejos la imagen de macrobotellones de la Plaza Ingeniero de la Cierva o la calle Muñoz Arenillas, aún plagada de bares, pero libre de grandes concentraciones. Los chiringuitos se han convertido ahora en la oferta de ocio más atractiva para un tipo de cliente que no causa aglomeraciones. La Punta de San Felipe, donde sí se permite el consumo de alcohol en la calle, se queda en cambio en esta época algo más vacía, explican desde el Ayuntamiento gaditano, donde reconocen no haber precisado grandes refuerzos policiales, más allá de un incremento de controles de alcoholemia para los conductores.

CHICLANA

El botellódromo se queda vacío

Un intento fallido

Los jóvenes chiclaneros han dado la espalda al recinto ferial de Las Albinas, en El Torno, como botellódromo. Sin embargo, eso no significa que Chiclana no se sature cada fin de semana. Lo hace, pero en espacios no autorizados para el botellón como la Costa de Sancti Petri, Los Gallos, Pinomar o la entrada al complejo Bellamar, que vuelven a ser las zonas preferidas en verano para beber alcohol en la calle.

VEJER

Segundo año sin chiringuitos

Turismo de calidad

En Vejer le declararon la guerra el pasado año al botellón, que se había hecho fuerte en las vírgenes arenas de la playa de El Palmar. Aunque la solución al problema se encontró, curiosamente, no en el propio botellón, sino en los chiringuitos playeros en torno a los cuáles se formaban las aglomeraciones. Se prohibieron los chiringuitos y con ellos, el botellón. «Recondujimos la movida», afirma orgulloso Manuel Melero, concejal de playas en Vejer, que explica cómo en verano «también se refuerza la presencia policial de dos a cuatro agentes». La cantidad, no obstante, sigue siendo ínfima para un pueblo que se convierte en ciudad -por el volumen de población-. Por eso, un año más, además de los municipales patrullan por la zona agentes de la Guardia Civil, dentro del Plan de seguridad especial de La Janda.

La provincia de Cádiz afronta el segundo fin de semana de agosto, y con él lo mejor y lo peor de sus consecuencias: por un lado miles de beneficios en consumo y por otra, los problemas de saturación y seguridad que trae consigo una población masificada en ciudades acostumbradas a no más de 50.000 personas.

Desde comienzos de julio y sobre durante este mes, todo se magnifica en las ciudades de costa, especialmente los fines de semana, cuando además de los miles de turistas, también se acercan miles de vecinos de la provincia. Hablamos de ciudades como Conil, Barbate o El Puerto, que en esta época aglutinan la movida gaditana.

Sus ayuntamientos hacen esfuerzos por aumentar la seguridad estos días, para articular el incontrolable flujo de personas. Pero reconocen que los cuerpos de Policía Local con los que cuentan no son suficientes para la población estacional. Ante esta situación, muchos municipios han recurrido un año más a la colaboración de la Subdelegación del Gobierno, que en la época veraniega pone en marcha el conocido como Plan especial de La Janda, que refuerza con agentes de la Guardia Civil la seguridad ciudadana de este trozo del litoral, casi siempre pacífico, que se transforma en el epicentro de la movida de la provincia.

Además del aumento de efectivos, algunos municipios han optado por desplazar los botellones a la periferia como solución al enfrentamiento entre ocio y descanso del resto de vecinos. Aunque la medida no siempre es popular, parece haber funcionado en ciudades como Vejer, uno de los primeros ayuntamientos cortar por lo sano.

De este modo, el año pasado el ayuntamiento vejeriego suprimió los chiringuitos de la playa de El Palmar, alrededor de los cuáles se reunían miles de jóvenes pertrechados con sus packs de alcohol.

Este verano, quizá la iniciativa más tajante la ha tomado el equipo de Gobierno de El Puerto, que ha reducido de dos a uno los espacios permitidos para beber en la calle, al prohibir que se siga celebrando el botellón en el Parque Calderón.

También en Conil este verano será el último en que las miles de personas que toman el paseo de los Bateles disfrutarán de las populares (y populosas) carpas, ya que el Consistorio estudia recolocarlas fuera del casco urbano. El objetivo es atraer un turismo de calidad, aunque también apartar del centro un foco de gran inseguridad, donde drogas, alcohol y peleas se suceden. Aunque eso será el próximo año.

Otra de las ciudades en donde se han tomado medidas ha sido Tarifa. En esta población campogibraltareña se ha puesto como hora máxima de cierre las doce de la noche para evitar los botellones, generando el malestar entre los chiringuiteros, que replican que ellos tienen licencia de restaurante y que, como tales, se les debería permitir estar abiertos hasta las 2 de la mañana.

CONIL

La capital del fin de semana

Adiós a las carpas

Efectivamente, falta un año para que Conil diga adiós a las carpas de Los Bateles, en cuya explanada se reúnen miles de jóvenes cada noche. Por supuesto, la movida conileña no se limita a este gran botellódromo, pero éste sí es el aspecto más problemático para la ciudad, ya que obliga a cerrar el centro urbano al tráfico a partir de la medianoche. Para evitar esto y el molesto ruido, el Ayuntamiento planea reubicar las carpas, aunque aún no hay un sitio definido. Lo cierto es que «será fuera del centro urbano», explica Pepa Amado, concejal de Seguridad, que defiende la tranquilidad de Conil, pero lamenta «la falta de ayudas de otras administraciones para abastecer a una población que se triplica en dos meses». En materia de seguridad ciudadana, la Policía Local se ve obligada, por ejemplo, a realizar horas extras para incrementar las patrullas. Y desde hace años, cuentan con la colaboración de la Guardia Civil, para dirigir el tráfico y mantener el orden.

EL PUERTO

Sin policías suficientes

Menos 'botellódromos'

«La Policía Local de El Puerto está saturada». Lo reconoce su máximo responsable: Carlos Montero, el concejal de seguridad portuense, que se encuentra ante una extraña paradoja: «Cuando la población de la ciudad se triplica hasta las 300.000 personas, los agentes cogen las vacaciones y el cuerpo se reduce casi un tercio». Montero se justifica diciendo que la situación fue causada por el anterior equipo de Gobierno.

Cada fin de semana, el mayor reto de El Puerto vuelve a ser el conflicto entre ocio nocturno y la tranquilidad de los vecinos, además de los accesos a un centro de la ciudad hasta ahora tomado por el botellón. La solución, no obstante, no termina de cuajar: este año se ha suprimido uno de los dos espacios donde se permitía beber alcohol en la calle, en el parque Calderón (en pleno centro) y el botellódromo queda reducido al Paseo José Luis Tejada. Sin embargo, este espacio apartado del centro no es tampoco el más adecuado, ya que el ruido sigue generando las quejas de los vecinos cercanos, así que el Ayuntamiento portuense busca nuevos espacios.

«Pensamos en situarlo en la banda izquierda del río, pero Autoridad Portuaria ha rechazado la propuesta», declaró Montero. A pesar de las limitaciones sobre el papel, el concejal reconoce que en la práctica la Policía es incapaz de parar la avalancha de jóvenes: «Tenemos una pareja para evitar que nadie salga del Paseo José Luis Tejada», pero esta zona casi siempre se extiende a la ronda de la Puntilla, tomada por una marabunta de cientos de personas.

CÁDIZ

El verano no es para la Punta

El chiringuito de noche

A pesar de ser la capital, la oferta de ocio nocturno en la ciudad de Cádiz durante el verano se queda pequeña comparada con ciudades como Conil, Vejer o El Puerto, donde se concentran cada fin de semana las mayores afluencias de jóvenes. Como cada verano, la marcha en Cádiz se traslada del centro de la ciudad al entorno del Paseo Marítimo, donde a pesar de todo, queda lejos la imagen de macrobotellones de la Plaza Ingeniero de la Cierva o la calle Muñoz Arenillas, aún plagada de bares, pero libre de grandes concentraciones. Los chiringuitos se han convertido ahora en la oferta de ocio más atractiva para un tipo de cliente que no causa aglomeraciones. La Punta de San Felipe, donde sí se permite el consumo de alcohol en la calle, se queda en cambio en esta época algo más vacía, explican desde el Ayuntamiento gaditano, donde reconocen no haber precisado grandes refuerzos policiales, más allá de un incremento de controles de alcoholemia para los conductores.

CHICLANA

El botellódromo se queda vacío

Un intento fallido

Los jóvenes chiclaneros han dado la espalda al recinto ferial de Las Albinas, en El Torno, como botellódromo. Sin embargo, eso no significa que Chiclana no se sature cada fin de semana. Lo hace, pero en espacios no autorizados para el botellón como la Costa de Sancti Petri, Los Gallos, Pinomar o la entrada al complejo Bellamar, que vuelven a ser las zonas preferidas en verano para beber alcohol en la calle.

VEJER

Segundo año sin chiringuitos

Turismo de calidad

En Vejer le declararon la guerra el pasado año al botellón, que se había hecho fuerte en las vírgenes arenas de la playa de El Palmar. Aunque la solución al problema se encontró, curiosamente, no en el propio botellón, sino en los chiringuitos playeros en torno a los cuáles se formaban las aglomeraciones. Se prohibieron los chiringuitos y con ellos, el botellón. «Recondujimos la movida», afirma orgulloso Manuel Melero, concejal de playas en Vejer, que explica cómo en verano «también se refuerza la presencia policial de dos a cuatro agentes». La cantidad, no obstante, sigue siendo ínfima para un pueblo que se convierte en ciudad -por el volumen de población-. Por eso, un año más, además de los municipales patrullan por la zona agentes de la Guardia Civil, dentro del Plan de seguridad especial de La Janda.

ciudadanos@lavozdigital.es