
36 horas sobre la arena
Desde primera hora, los fans mas previsores de OT y Baute se concentran en la playa para «coger sitio» y otros hacen noche 'in situ' para ver a Bisbal
| CÁDIZ Actualizado: Guardar¿Esto sólo pasa en Cádiz? Es la pregunta por excelencia que se hacen algunos, atónitos, ante tanta hormona desatada y tanto barullo. El griterío de los centenares de personas que se agolpan al pie del escenario termina convirtiéndose en una columna, que no de humo, sino de voces estridentes, que envuelve la playa de la Victoria y sus inmediaciones. Ayer, desde las doce la mañana, grupos de seguidores acérrimos de Carlos Baute y de los televisivos triunfitos, se apostaban, a modo de barrera humana, en los alrededores del escenario, «para coger sitio», dice Sonia de 21 años, seguidora de Baute, que actuaba por la noche.
Instalados con los bártulos de playa (véase: sombrilla, silla plegable, toalla y nevera, en el mejor de los casos) los seguidores de los cantantes son el ejemplo más fiel del clásico «de aquí no me mueve nadie» versión bikini. Previsores y cautelosos, con un ojo puesto en la sombrilla ajena, por si las moscas, son muchos los que han decidido pasar el día en las inmediaciones de la zona. Los más aventureros, han comido en la playa, tupperware en mano, porque «luego esto se empeta y te tienes que ir casi al agua a escuchar el concierto», aseguran Javi y Dani, que han llegado desde San Fernando para ver a los chicos de OT. Ya vinieron el año pasado y aprendieron de la experiencia.
María del Carmen, de 51 años, acompaña a su hija María, de 20, al concierto. Han venido desde Sevilla y esperan la actuación de David Bisbal, aunque tampoco quieren perderse al triunfito más aclamado, Ángel Capel. Después del concierto de OT, María dormirá en la playa para poder colocarse en la primera fila del concierto de David Bisbal, su ídolo absoluto. «Menos mal que mi madre se apunta la primera», afirma, aventurando las casi 36 horas de concierto que les quedan.
«Nosotras llevamos aquí desde las once y cuarto de la mañana y hemos estado bailando batuka», dice Carmen, de 16 años. Su amiga María, de 15, añade que Jessica y Jose les han dado «dos besos y todo». Ambas confiesan que es el tercer concierto de Carlos Baute al que asisten. «Y los que vendrán», añaden convencidas de su idolatría al venezolano.
A lo lejos, se distingue una pancarta entre un grupo de sombrillas floreadas. Los responsables del improvisado chiringuito, corean el eslogan, casi lapidario, que reza en la pancarta: Cristina nos fascinas. Sofía, de 19 años, lleva pintado Carlos Baute en el pecho, al borde del bikini. Su amiga Sonia asegura que le parece bien que los conciertos se hagan en la playa y que sean gratuitos porque, según esta gaditana, de 21 años: «aunque los jóvenes trabajamos, con esto de la crisis no tenemos suficiente para pagar lo que cuesta un concierto».
Un operario, encargado de hacer la prueba de sonido, comienza a entonar unas notas para comprobar el estado de los altavoces, intercalando la melodía con algún Sí, sí, probando. Al terminar el inesperado recital amateur, el público aplaude. Aunque las actuaciones comenzarán en más de cinco horas.
El vocerío, mezclado con el sopor de las seis de la tarde, es una nebulosa compacta y cada vez más público se va sumando a la sentada. «Cuando empiece el concierto, cogemos la sombrilla y la ponemos ahí, en la pared», confiesa Dani, temiendo no volver a encontrarla.
Molestias
María José, de 32 años y vecina de la zona, observa el panorama desde el paseo. Dice que lleva dos días sin poder aparcar su coche y que sufre las consecuencias de los olores que quedan en las calles por la mala disposición de los servicios.
«Yo lo cambiaría a otro sitio no tan céntrico, como por ejemplo, Cortadura», añade. En el chiringuito, este de verdad, Paqui y sus amigas se esmeran en preparar cientos de bocadillos para abastecer a la marea, que empieza a agolparse alrededor.