Auténtico arte de Marialva
Pablo hermoso de Mendoza y Diego Ventura empatan a tres orejas en la corrida de rejones nocturna del jueves
Actualizado: GuardarBajo palio musical de un pasodoble tan apropiado para la ocasión como Mi jaca, los tres jinetes realizaron el vistoso y solemne paseíllo, que culminan con un saludo, en vuelta al ruedo y sombrero en mano, a la aplaudidora concurrencia. Antes de salir el toro ya cuentan con el público entregado, ya suman más de una ovación. Lo que sucedió después, el grado de excelsitud y de casi perfección alcanzado en la ejecución de las suertes en el denominado arte de Marialva, evidenció que tan diestros jinetes bien podrían prescindir de ese primer y gratuito comodín del público, porque la pureza y majestuosidad con que interpretan el rejoneo enlatece y levanta de los asientos hasta al más exigente de los respetables.
Los tres rejoneadores rayaron a gran altura, pero el que menos ocasión tuvo para desplegar sus acreditadas cualidades fue Fermín Bohórquez que, una vez más, volvió a sufrir la adversidad de la fortuna en el reparto de lotes. Su primero, un manso integral que no hacía caso al caballo, sólo acometía mediante furiosos arreones. Ante tal papeleta, poseyeron mucho mérito las banderillas prendidas por el jerezano, para las que tuvo que exponer una enormidad en comprometidos terrenos de los adentros. A lomos de la bella baya Rubia, recibió a porta gayola al cuarto, cuya veloz acometida inicial supo templar con un galope acompasado y rítmico, hasta hacerse con la embestida del burel. Derrochaba arte y refinado estilo en la ejecución rehiletera, cuando su enemigo sufrió alguna descoordinación de la que quedaría inválido para el resto de la lidia.
Un verdadero recital de extraordinario rejoneo ofreció Hermoso de Mendoza, tanto con el boyante y bravo segundo, al que templó a escasos milímetros de los pitones en labor de elevado tono estético, como frente al rajado quinto, de escasa vibración y brío, con el que dictó todo una lección de precisión, cadencia y elegante plasticidad en el más genuino toreo ecuestre.
Dinámico y excelente tercio de banderillas cuajó Diego Ventura al colaborador tercero, que siempre respondía con premura y codicia a todos los cites de la montura. Se adornó con gusto al prender banderillas cortas y acarició, osado, con la mano la testuz. De huidiza y reservona condición resultó el sexto, pero permitió al sevillano mostrar un emotivo rejoneo en su permanente intento de sacarlo de la querencia y clavar después con extremado ceñimiento en la reunión. Todo muy en corto, todo muy puro, con toda la verdad que encierra el sincero y auténtico arte de Marialva.