Enfermeras, milicianos y cosacos participan en la instalación de una cruz. / EFE
MUNDO

Las heridas siguen abiertas en el Cáucaso

Rusia y Georgia recuerdan que un año después

| CORRESPONSAL. MOSCÚ Actualizado: Guardar
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continúan vigentes las discordias

Los actos en recuerdo de la guerra que justo hace un año enfrentó a rusos y georgianos por el control de Osetia del Sur y Abjasia, celebrados ayer en Moscú, Tiflis, Tsjinvali y Sujumi, pusieron de manifiesto hasta qué punto las posturas continúan irreconciliables. La presión internacional parece el único freno que impide una nueva conflagración en una zona ya castigada por la violencia y plagada de conflictos latentes. El Cáucaso, al mismo tiempo, mantiene su significación geoestratégica por ser encrucijada de algunas de las vías energéticas que abastecen a Occidente.

El presidente georgiano, Mijaíl Saakashvili, participó ayer en la localidad de Gori, situada a medio camino entre Tiflis, la capital del país, y Osetia del Sur, en las conmemoraciones del primer aniversario del enfrentamiento armado. Se recordó a los muertos y el tono general de las celebraciones fue de rencor hacia Moscú. El principal eslogan de las concentraciones, una de las cuales consistió en una inmensa cadena humana desde Gori hasta Zugdidi, junto a la frontera de Abjasia, fue «nosotros no olvidamos».

Saakashvili admite que fue él quien ordenó a sus tropas atacar la capital de Osetia del Sur en la madrugada del 7 al 8 de agosto del año pasado. Lo hizo, según sus palabras, para poner fin a los incursiones de las fuerzas surosetas y ante la invasión que el Ejército ruso había iniciado horas antes. «Actuábamos en nuestro propio territorio», subrayó Saakashvili, quien además denunció la «limpieza étnica» contra la población georgiana en Osetia del Sur y Abjasia, enclaves que el Kremlin reconoció el año pasado como estados independientes.

«Imponer la paz»

En un informe de 190 páginas del Gobierno de Tiflis, dado a conocer el jueves, se asegura que blindados rusos penetraron en Osetia del Sur en la mañana del 7 de agosto a través del túnel de Rog, desde la vecina Osetia del Norte. El subjefe del Estado Mayor, el general Anatoli Nogovitsin, calificó ayer de «falsificación» tales acusaciones. Nogovitsin negó también que las tropas del Kremlin tuvieran como objetivo tomar Tiflis.

En una entrevista al canal de televisión NTV, el presidente, Dmitri Medvédev, dice no arrepentirse por haber enviado su Ejército a Georgia el año pasado para «imponer la paz». «Lo hicimos para evitar un genocidio», asegurando al mismo tiempo que fue él precisamente quien tomó la decisión y no el primer ministro, Vladímir Putin, como afirman determinados analistas. «Actuamos acertadamente. No me avergüenzo de ello. Salvamos muchas vidas y nos comportamos con honestidad y responsabilidad», añadió.

100.000 desplazados

Las cifras de la guerra varían según las fuentes. Los cálculos de muertos hablan de unos 400 georgianos, un poco más de la mitad civiles y el resto militares; 67 soldados rusos y 162 civiles de Osetia del Sur. Amnistía Internacional calcula en 30.000 el número de personas que aún no han regresado a sus hogares, en su mayoría georgianos. En un primer momento el número de desplazados, tanto por parte de los osetios como de los georgianos, superó los 100.000.

Las rondas de conversaciones que tienen lugar en Ginebra periódicamente para tratar de desactivar la tensión y sentar las bases de una futura solución no dan ningún resultado. Georgia insiste en que Osetia del Sur y Abjasia son parte de su territorio, aspecto en el que tienen el total apoyo de la mayor parte de la comunidad internacional, y los osetios y abjasos no quieren oír hablar de nada que ponga en cuestión su independencia, mientras Rusia ha advertido reiteradamente que no echará marcha atrás en su decisión de reconocer esas dos provincias como estados soberanos. Las premisas para un posible arreglo brillan por su ausencia, lo que atiza la confrontación y la posibilidad de que se reproduzcan las hostilidades.

Paradójicamente y pese a haber ganado la guerra el año pasado, Rusia se muestra no menos agraviada que Georgia. La actual situación ha descolgado a Moscú de los proyectos energéticos en el Cáucaso sur. Moscú cree además haber perdido influencia sobre Azerbaiyán y también con respecto a Armenia.