ANÁLISIS

Lejos de la vulgaridad

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D isfruto de la lectura de un libro que les recomiendo con emoción: Hacia los confines del Universo, de Harry Thompson (Salamandra). Con un tamaño intimidatorio, 800 páginas, es una obra en la que enseguida apreciamos que nos mejora como lector y persona. Vamos, es Literatura. El libro trata del encuentro entre dos hombres, el capitán de la armada británica FitzRoy y Charles Darwin. El segundo no hubiera sido nada sin el primero. Los dos impulsaron teorías que hoy nos dan sustento espiritual: la igualdad de las razas, la relación entre religión, ciencia y colonialismo. FitzRoy era un conservador, Darwin un liberal. Fueron muy amigos y buscaron la verdad por caminos diferentes.

El capitán cartografió las costas de Tierra del Fuego al frente de un barco legendario, el Beagle. A la vuelta se llevó a Londres a cuatro indígenas que incluso él empezó considerando salvajes. Quería saber lo que podían aprender para que luego, al volver, ellos mismos pudieran enseñar a los suyos. Aprendieron a leer, entendieron las normas de cortesía y demostraron a la sociedad del XIX que eran seres humanos como los demás. Uno de sus educadores dice: "Son criaturas dispuestas, silenciosas y limpias y en absoluto salvajes sucios o feroces".

Hasta aquí la recomendación de tan nutritiva lectura. Pero les debo una explicación. Verán, por un extraño mecanismo que no sé descifrar -quizá la Frenología pudiera decir algo-, la aventura de los salvajes de Tierra de Fuego me venía continuamente al pensamiento mientras leía los periódicos de ayer. El disparate de nuestra vida pública, la ordinariez de nuestros políticos, sus argumentos simples, su afición por la exageración, su desprecio por la inteligencia de aquellos que les votan. Pienso en esos seres que pasan del salvajismo a la civilización con tanta naturalidad y me pregunto por nosotros. ¿De verdad hemos avanzado tanto como creemos?

De La Vega en Brasil echa espuma por cómo se ha cerrado el caso Gürtel. El PP supera el absurdo al acusar a Zapatero de perseguir a Camps más que a ETA, ¡ahí queda eso! Camps manda un vídeo a la prensa, que él preguntas no admite. Y el inefable Carlos Fabra se despacha contra los socialistas: «A joderse, a aguantarse y a resignarse». ¿Qué quieren que les diga? Vuelvo al libro. Me blinda contra la estupidez. Me acerca a un mundo de salvajes bastante más civilizado que el me rodea. Queda algún destello. Por ejemplo, el de Nadal, un deportista lejos siempre de la estulticia: «Sin sufrimiento no hay felicidad», dice. ¿Lo ven ustedes? La vida es elección: abran un libro y sigan a gente como a Nadal. Lo demás es cada día más prescindible. Y lo que es peor: rigurosamente despreciable.