ANTONIO G. BRIZUELA MUSEO DE CÁDIZ

«La gente me llama Antonio 'El Fenicio'»

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Nacido en Mallorca, considera que su «ADN es gaditano-mallorquín». Antonio es perito industrial y se prejubiló en 1995 de los Astilleros de Puerto Real.

-¿Porqué decidió unirse a la iniciativa?

-Me gusta mucho la pintura y la Historia y un día cogí un díptico del Aula de la Tercera Edad explicando las distintas actividades para los pensionistas. Me gustó la idea y decidí apuntarme.

-¿Cómo se han preparado?

-Tuvimos que hacer un curso intensivo de museística, patrimonio y pedagogía, impartido por profesores de la Universidad de Cádiz,técnicos del Museo y colaboradores.

-¿Qué supone para usted ser guía voluntario?

-Para mí, aparte de la satisfacción que supone enseñar mi ciudad, me sirve como terapia. Los jubilados a veces piensan que ahí se acaba todo y yo les digo: en Cádiz hay montañas de cosas. Este tipo de cosas te dicen, sobre todo sentimentalmente, que sigues sirviendo para algo, aunque a parte tengo que hacer de canguro de mis nietos...

-¿Qué le han enseñado a usted los visitantes?

-El público nos enseña muchísimo: la experiencia, la satisfacción de ver que se interesan y de que cada vez se solicitan más visitas guiadas. Yo recibo correos electrónicos desde Italia, América o México.

-¿Alguna anécdota curiosa?

-Una señora mayor hizo una colecta en la puerta del Museo. Yo estaba viendo que me lo iba a dar al final de la visita. Así que, con lo que había recaudado, invitamos a helado a todos los niños que habían asistido a la visita.

Rodrigo es profesor titular de Derecho Civil en la Universidad de Cádiz. Es voluntario cultural de la Diócesis de Cádiz desde el año 2000.

-¿Porqué decidió unirse a la iniciativa?

-Porque a mi me gusta la Historia de Cádiz y me parecía bonito poder transmitírsela a otras personas. Cádiz tiene una identidad particular, cosas que la hacen peculiar. Esa sensación es lo que a mi me gustaría transmitir.

-¿Cómo se han preparado?

-Los hermanos Alonso de la Sierra, dos de los historiadores más punteros de Andalucía y asesores de la Diócesis en cuestiones de Patrimonio, vinieron a impartir un curso para cada uno de los monumentos. Ellos nos abrieron el mundo del arte, nos enseñaron a mirar las obras, el lenguaje de los símbolos, su significado, más allá del 'me gusta o no me gusta'.

-¿Qué supone para usted ser guía voluntario?

-Para mí es una afición y una satisfacción. Afición porque me gustan las cosas de Cádiz y esto me permite aprender cosas y enseñar mi ciudad a la gente. Es una satisfacción porque la Iglesia hace un esfuerzo por abrir estos monumentos al público para que la gente conozca el patrimonio religioso que tiene Cádiz.

-¿Qué le han enseñado a usted los visitantes?

-Un visitante francés, que apenas hablaba español, me dijo: «Hoy he conseguido mirar un retablo de otra manera». He aprendido mucho.

-¿Alguna anécdota curiosa?

-Mohamed, estudiante musulmán que traducía la visita a la Santa Cueva, me dijo: «Creo que a partir de hoy soy uno de los musulmanes que mejor entiende el sentido de la Eucaristía»