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Sociedad

Cómplices del arte

Una treintena de gaditanos se ofrecen como guías voluntarios este verano para mostrar al público las joyas artísticas y monumentales de la ciudad

MARÍA S.NIETO
| CÁDIZActualizado:

Hércules, legendario fundador de Gadir -Gades-, separó Europa de África con dos columnas, una colocada en Ceuta y la otra en Gibraltar. El héroe mitológico tuvo que robar las manzanas de oro del Jardín de las Hespérides, situado en los confines occidentales del mundo, para superar una de las doce pruebas que le impuso Euristeo. Muchos desconocen que el mítico Jardín podría estar ubicado, originariamente, en las Islas Canarias, entre otros emplazamientos barajados por los expertos. Tampoco son muchos los que se percatan de que la cúpula del Oratorio de la Santa Cueva, uno de los edificios más significativos del barroco andaluz y que ha permanecido inalterado casi 200 años, es en realidad una ilusión óptica, un trampantojo que simula el entramado escultórico y no un bajorrelieve, como aparenta.

Éstas y otras curiosidades pueden conocerse si uno visita el Museo de Cádiz, la Capilla del Pópulo o la Santa Cueva, solicitando una visita guiada. Los voluntarios responsables de estas visitas, se encargan de descubrir al público el patrimonio gaditano desde una perspectiva diferente. Tratan de enseñar a mirar el arte con otros ojos.

La sabiduría del Museo

Antonio González Brizuela y Manuela Parra Díaz pertenecen a la Asociación Cultural De Guías Voluntarios, adscrita al Museo de Cádiz y con el patrocinio de la Junta de Andalucía. Ambos son jubilados y realizan visitas al Museo provincial sin ningún tipo de remuneración económica.

Manuela, de 79 años, se ha dedicado a la enseñanza durante 42 años de su vida. «Estuve en una Escuela Unitaria, donde impartía todas las materias», señala esta gaditana, de manos de artista y ojos de mar. Su trayectoria como docente abarca desde niños de preescolar hasta secundaria, donde daba clases de Historia. Luego estuvo 11 años en la Escuela de Magisterio y después trabajando con profesores en el Gabinete Pedagógico de Bellas Artes hasta que se jubiló hace 15 años.

Antonio y Manuela decidieron presentarse a la primera convocatoria del voluntariado cultural en el año 2000. Cuando el díptico informativo, elaborado por el Aula de la Tercera Edad, cayó en sus manos en el Museo de las Cortes, Antonio, perito industrial retirado de Astilleros de 71 años, vio la oportunidad de hacer aquello que siempre le había gustado: compartir y enseñar el patrimonio artístico de su ciudad. Ser pensionista y no recibir ningún tipo de remuneración económica eran los requisitos que exigía la convocatoria. Así comenzaron unos cursos preparatorios e intensivos de la mano de profesores especialistas de la Universidad de Cádiz y personal técnico del Museo. Además, recibieron nociones de museística, patrimonio y pedagogía. Eran sólo ocho los aspirantes a voluntarios y «en un principio, tuvimos que ayudarnos entre nosotros. Nos aprendíamos una sala y luego nos la explicábamos unos a otros», explica Manuela. Las visitas se programan según el nivel cultural de las personas que acuden al Museo. «No es lo mismo enseñar a niños pequeños que a un grupo de personas mayores o a especialistas en alguna materia. Hay que adaptar el guión, porque lo importante es que la gente te entienda»,dice el gaditano, mostrando orgulloso su acreditación como guía del Museo. Entre los 15 miembros de la Asociación de Guías Voluntarios, hay antiguos operarios de astilleros, docentes o amas de casa. Al principio no se conocían y ahora son íntimos amigos. Se reúnen en el Museo los primeros lunes de cada mes, desde hace ya varios años, porque no quieren perder el contacto, ya que, como cada uno tiene su horario de visita, casi no se ven. Incluso han programado excursiones al centro de Cádiz, las cuales se preparan los mismos compañeros y también han realizado excursiones al Museo Arqueológico de Sevilla, donde los atendió el único guía voluntario que hay en la capital andaluza. «Queremos saber todo lo posible de nuestro Museo pero además queremos ampliar conocimientos visitando otros lugares, todos relacionados con la cultura, por supuesto», señala Manuela.

Recientemente se celebró una tercera convocatoria y ya hay gente preparándose en los cursos intensivos. Algunos han empezado a hacer sus visitas y otros están en proceso de prácticas. Acompañan a los veteranos en sus visitas y así van aprendiendo. «Al igual que nosotros tuvimos la oportunidad de aprender de los profesionales, ahora nosotros tenemos que ayudarles para que se suelten», explica Antonio.

La duración de las visitas oscila entre una hora y media o 45 minutos, depende de las características del grupo. «Yo a veces he estado más de 3 horas», asegura Antonio, satisfecho. «Lo hacemos en plan familiar, como una tertulia, no un discurso de esos salomónicos, porque hay mucha información que dar, mucha historia, y no todo el mundo tiene acceso a estudios para saber dónde encajar cada pieza» añade. Han tenido grupos de niños con deficiencias y personas en procesos de reinserción social, sordomudos y grupos Erasmus. Entre las visitas más curiosas, Antonio destaca a Arturo Pérez-Reverte o la viuda del poeta Gerardo Diego.

A pesar de los enfrentamientos que tuvieron con algunos licenciados en Historia o Bellas Artes, que los acusaban de quitarles el puesto de trabajo, la Asociación de Voluntarios del Museo de Cádiz, se constituyó oficialmente en 2003 y sus componentes han sido premiados por la Junta como los mejores guías de Andalucía. No hay ninguna asociación en la comunidad autónima que cuente con tantos miembros. Ellos se sienten más que orgullosos. Incluso, otros grupos de voluntarios aún sin asociarse, como el grupo de guías de Córdoba, se han puesto en contacto con ellos para saber cómo funcionan.

Pero Antonio y Manuela no paran. Antonio colabora en diversos programas de televisión, como Tierra y Mar en Canal Sur y pinta abanicos, entre otros hobbies. Manuela se dedica a leer Historia y es aficionada a la pintura. Ambos son un ejemplo de entereza, de valentía. «Estaremos aquí hasta que se acaben las pilas» confiesa Antonio. Y tras su sonrisa se esconde un chiquillo.

La esencia de Cádiz

Rodrigo Sánchez Ger es un apasionado de la Historia de Cádiz. Y así la transmite cada día, con la misma pasión y entusiasmo, desde que comenzara su voluntariado hace 8 años, haciendo visitas guiadas de la Capilla del Pópulo y del Oratorio de la Santa Cueva. Rodrigo forma parte del grupo de voluntarios culturales que creó la Diócesis de Cádiz para dar a conocer su rico Patrimonio Histórico.

Aunque comenzaron siendo 40 voluntarios en la primera convocatoria, ahora son 15 entre funcionarios, empresarios, magistrados, licenciados en Historia y jubilados de Astilleros. Es profesor titular de Derecho Civil en la Universidad de Cádiz y un enamorado de su ciudad. Se considera afortunado por poder transmitir a la gente su visión de Cádiz. «La luz, los olores, la disposición de las calles, las personas...Todo eso constituye la idiosincrasia de la ciudad como yo la percibo y así es como intento transmitir su esencia, porque al final es lo que se recuerda», añade Rodrigo.

Las visitas a la Santa Cueva no son guiadas, por lo general, pero si el guía está disponible, se ofrece a los visitantes la visita guiada. Los voluntarios se prepararon con los hermanos Juan y Alonso de la Sierra.«Ellos nos enseñaron a interpretar el lenguaje de las imágenes. El arte religioso no está hecho a gusto del artista, sino que responde a un programa iconográfico, sobre todo el barroco, que trata de integrar arquitectura, escultura y pintura al servicio del mensaje», concluye. Cada visita dura treinta minutos y el guión se adapta según las características de los visitantes. «Es como contar una historia. La puedes contar con todos los detalles o contar sólo los hechos fundamentales», añade. «Yo me siento muy satisfecho cuando la gente se me acerca y me dice gracias, porque les ha merecido la pena la visita», declara, con modestia. Le enorgullece haber enseñado la Santa Cueva a un buen número de visitantes, entre ellos, un grupo de estudiantes invidentes, a quienes tuvo que orientar en el espacio con un juego de imaginación y descripción fascinantes. Quedaron encantados con la visita.

Antonio, Manuela y Rodrigo se convierten sin saberlo en cómplices que se sitúan entre los visitantes y los misterios de cada obra.