vuelta de hoja

El billete de vuelta

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Lo peor que le puede pasar a un inmigrante no es que le contraten para realizar un trabajo horroroso, sino quedarse en el paro y no poder acudir puntualmente a ningún horroroso trabajo. En esa situación aún se encuentran muchos, sobre todo en Andalucía.

Deambulan por los pinares, sin comida, sin agua y sin luz. Un fracaso colectivo como la copa de cualquier pino donde se guarecen, bajo esos plásticos que dicen que pueden ver los astronautas, pero en los que no repara más que Cáritas, que es su única ayuda.

Vinieron desde Senegal y desde Mali, pero no les habían falta alforjas para ese viaje: se las van a llevar vacías, en el caso de que encuentren billete de vuelta.

El Banco de España exige de nuevo una reforma laboral, ya que la economía ha caído un 4 por ciento. El ministro de Trabajo y el gobernador de ese Banco de nombre comunitario mantienen desde hace algún tiempo un combate en la corta distancia. Se comprende que están atareados para evitar los persistentes efectos de la desgracia crisis y no dispongan de un rato libre para ocuparse de esos desgraciados. Lo primero es lo primero y los inmigrantes lo último. Vinieron con una única aspiración, con papeles o sin papeles, pero no podían prever que les iba a ser tan difícil, no sólo hacer su trabajo, sino hacer la digestión.

Centenares de hambrientos se reparten por los asentamientos ilegales, en poblados de cartón y uralita. Se habla mucho de la crisis económica, pero lo más grave es la crisis de piedad. Son muy pocos los que se compadecen, ya que todos pensamos que bastante tenemos con nuestros padecimientos. Mientras, los trabajadores de la hostelería de la Costa del Sol retrasan el día de ir a la huelga. Bienaventurados los que pueden ir.