Woodstock en Cádiz
Actualizado: GuardarNo vayan ustedes a pensar que en esto de las conmemoraciones todo el monte es orégano. Qué va. Hay efemérides de primera, de segunda y hasta de última categoría. Las de guerras perdidas y las de asedios gustan tanto que se celebran hasta la saciedad, hasta el embotamiento, quizá porque dan pie a que la ciudadanía -ésa que parece que es la que va a salvar lo del Doce- se sienten partícipes y se visten de algo y representan batallitas y cantan y desfilan y encienden fuegos por los caídos. Ésas gustan muchísimo. También gustan las conmemoraciones de muertes -y de muertos- y las de hechos históricos, los cuarenta años del hombre y la luna, dónde estabas tú entonces, cómo hemos cambiado, y todas esas pamplinas que sirven para rellenar páginas y conversaciones. Luego están las culturales, esas gustan menos porque no hay donde sacar un soldado ni poner una maceta ni eso y esas -la Haydn, la visita de Lord Byron a Cádiz- como que pasan desapercibidas. Ahora que el Puente Carranza cumple sus primeros cuarenta años, podríamos celebrar que si no fue un gran paso para la humanidad por lo menos sirvió para unirnos con el más allá, pero claro, ahí como no sea que los de Puntales lo crucen simbólicamente en una excursión colectiva para tomar el sol en Puerto Real, la cosa va a quedar deslucida.
O mejor, podríamos aprovechar los conciertos gratis del fin de semana en la playa para conmemorar los cuarenta años del Woodstock. Total, lo de peace and love da un poco igual. Lo otro -el gentío, los canutos, el alcohol, la basura- lo tenemos asegurado. No me digan que como idea no tiene su cosa. Y puestos a sacarle partido hasta nos podríamos hermanar con alguien, que parece ser el summum de las conmemoraciones ¿o no?