Cartas

España y su pena de muerte

| San Fernando Actualizado: Guardar
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Quien reivindique la pena de muerte para nuestro país es que no sabe donde vive; quien mira de ojo y reojo a los países que la practican y le envidian tal atrevimiento es que no se ha percatado de que en España existe desde hace más de cuarenta años. Viudas de políticos o periodistas, de guardias civiles, policías o militares, de ciudadanos anónimos. Niños huérfanos, o amputados de cuerpos y traumatizados de mente. Exiliados forzosos, arruinados de sus negocios, chantajeados por doquier. Heridos y atemorizados. ¡Hay a caso mayor pena de muerte que ahogar la vida hasta asfixiarla o hacerla desaparecer en pro de una bandera, una lengua o una patria! ¿Quién asesina en nombre de una madre que no corre peligro alguno?

El que mata en nombre de su madre, mata a su madre misma. ¿Y quien suele matar a sus progenitores si no los enfermos de mente, los cerebros disfuncionales, los ciegos mentales aniquiladores de lo más sagrado? O sea, los psicópatas. Matar es un acto tan vulgar que quien lo practica lejos de ser un héroe se convierte en un preso común de su propio odio.

Afirmar que un terrorista encarcelado es un preso político, es condecorar el crimen con la medalla de la victoria. El terrorista que va contra el Estado extermina a inocentes, como el delincuente que roba matando a mano armada, o el maltratador que aterroriza y asesina a su esposa e hijos. Es común la pena de las víctimas del terrorismo y otros delitos de sangre, porque a todos les ha tocado perder algo importante de sus vidas, si no la vida misma. Y es que la maldad es una enfermedad que no tiene cura.