Mejoría aparente
Actualizado:L os últimos datos del paro registrado en el INEM, que consignan que el desempleo se ha incrementado en un 46,03% con respecto al mes de julio de 2008, reflejan que el ajuste del mercado de trabajo carece de la rigidez que tantas veces ha denunciado la CEOE. No puede hablarse de un mercado ineficiente ni de un despido caro; ni tampoco puede decirse que la evolución de los contratos indefinidos -con una caída del 39,21%- y de aquellos a tiempo parcial represente una dificultad para que los empresarios puedan prescindir con coste elevado de los trabajadores. Es más, los despidos han alcanzado sobre todo a jóvenes, mujeres e inmigrantes, que son los que por edad no pueden acogerse a las prejubilaciones.
El ministro de Trabajo ha recibido las buenas noticias sobre la desaceleración que está experimentando el paro elevándolas a la categoría de tendencia estable para lo que queda de verano. Pero ni el empleo directo e indirecto en la construcción ni el destinado al turismo obedecen a un repunte en las ocupaciones en el sector servicios. Todo el ajuste es producto de algo tan frágil como la temporalidad. Y el ministro está intranquilo, además, porque sabe que el desplome de la producción industrial y de la industria auxiliar del automóvil ya no permitirá crear más empleo. Pero en términos políticos, no es mala cosa que haya quien pueda leer cifras como las del paro y las afiliaciones a la Seguridad Social en clave optimista. A la vicepresidenta Salgado le servirán para iniciar con una fuerza y solvencia virtuales la negociación de los Presupuestos para 2010 y al ministro Corbacho, para reanudar las conversaciones sobre la reforma del mercado laboral.
No obstante, lo peor que podría suceder es que el Ejecutivo fuera autocomplaciente con esta aparente caída del desempleo y con la mejoría de la afiliación en julio por comparación con lo ocurrido en el mes anterior. Porque no puede pensarse que, con la demanda interna y la inversión privada tan resentidas, la medidas contracíclicas del Gobierno basten por sí solas para favorecer la creación de empleo. El plan E ni siquiera cubre el aumento de trabajadores desanimados que ya no buscan trabajo. El cierre de empresas en septiembre denunciará las engañosas cifras sobre el paro que se contabilizará en agosto. La confianza de la inversión privada sólo se recuperará ahora con el anuncio de una creíble reforma del mercado de trabajo, aunque la misma sólo sea aparente.