Diversiones
Actualizado:Se dice que cada uno habla de la feria según le va en ella y eso explica por qué hay tanta gente callada. No están los tiempos como para tirar cohetes, pero tampoco para no tirar ninguno. Las ferias del abrumador verano español han registrado un importante descenso, ya que han disminuido no sólo los carricoches, sino los presupuestos. Cuando no hay pan, el circo también se resiente y muchos ayuntamientos han optado obligatoriamente por reducir sus ya reducidos gastos. Este año habrá menos dispendios en luces de artificio, ya que los alcaldes, en sus derrochadas luces, se han dado cuenta de que no son, en general, ningunas luminarias. ¿Por qué vamos a tirar en fuegos artificiales el poco dinero que tenemos para darle algún calor a la gente?, se preguntan los más sensatos.
El español medio sigue conservando el «sentido festival de la existencia», por eso entre nosotros sigue siendo más ilusionante la víspera que el día conmemorado. Está claro que el mejor momento del amor es el de subir las escaleras y la ocasión cumbre de los festejos en los municipios pequeños se sitúa en la víspera, cuando todo el mundo espeso se las promete muy felices. De ahí el inolvidable programa ferial que aquel poeta, convicto nativo, pudiera escribir unos estimulantes versos diciendo que «impaciente espera la moza, que le toquen el sitio de Zaragoza».
Cada uno se divierte como puede. El gran Saramago dice que el hombre es un animal inconsolable, pero eso no impide la búsqueda de la diversión. Nada menos que San Agustín disculpa que «hacer el loco una vez año es cosa tolerable». Las alegres fiestas estivales van a perder alegría, ya que ese vivo movimiento del ánimo siempre ha estado en estrecha relación con la movilidad del presupuesto.