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Clientes en las cajas de una gran superficie. / M. A.
Economia

Las grandes superficies critican que la regulación impide crear 100.000 empleos

Las barreras no han protegido al comercio tradicional, aseguran Defienden la entrada de nuevos establecimientos como estímulo

M. LLUIS
| MADRIDActualizado:

Por vocación o resignación, quien más quien menos ha asumido que en esta vida no queda otra que trabajar para ganarse el pan. Pero el asunto tiene bastante más miga. Esa baguette que se comen unos es la que da empleo a otros para que, a su vez, estos otros puedan permitirse una hogaza... Una espiral sin fin que se convierte en culebrón cuando entran a disputarse a ese comprador grandes superficies y pequeños comercios.

Unas y otros dan un carro de razones para que vayamos a llenarlo con los artículos de sus estanterías: variedad, proximidad, profesionalización, confianza... Y empleo. Frente a quienes acusan a los centros comerciales de poner en peligro la supervivencia de las tiendas de toda la vida, la Asociación Nacional de Grandes Empresas de Distribución (Anged) acaba de presentar un estudio según el cual, las «normativas intervencionistas» de la mayor parte de comunidades autónomas en materia de comercio habrían abortado la creación «de entre 57.000 y 100.000 puestos de trabajo en el sector».

Denominada 'Efectos económicos de la regulación en la distribución comercial', la investigación ha sido llevada a cabo por los profesores de la Universidad del País Vasco Aitor Ciarreta, Mari Paz Espinosa y Maite Martínez-Granado. Han empleado métodos científicos y cuantificado los efectos negativos de poner límite y condiciones a la apertura y funcionamiento de establecimientos de más de 2.500 metros cuadrados.

Según las conclusiones hechas públicas por Anged, las restricciones legislativas vigentes han paralizado ya en España la creación de 40 grandes superficies de 10.000 metros cuadrados, lo que habría supuesto una inversión estimada en 18 millones de euros. Teniendo en cuenta que cada uno de estos centros habría generado entre 1.426 y 2.480 empleos anuales directos, el estudio resuelve que se han dejado de materializar entre 57.040 y 99.200 puestos de trabajo en esta área de negocio.

Víctimas colaterales

A estas casi cien mil personas que se han podido quedar sin encontrar trabajo habría que añadir las víctimas colaterales, un capítulo nada desdeñable tampoco. Aunque no especifica cifras, la asociación que agrupa, entre otros, a El Corte Inglés, Eroski, Carrefour, Cortefiel, Fnac o Ikea subraya que «lo más novedoso del estudio es que demuestra de forma científica que la entrada de nuevos establecimientos da lugar a aumentos del empleo mayores que el empleo directo generado por las propias aperturas».

La pérdida de todas estas nuevas oportunidades laborales, en cualquier caso, no ha evitado tampoco el agotamiento y declive de las tradicionales. El informe de los profesores de la Universidad del País Vasco constata que, pese a la rigidez normativa, el empleo autónomo en el ámbito del comercio «ha seguido una trayectoria de estancamiento o incluso disminución comparable a la de otros sectores en los que no se han producido cambios regulatorios». Por ello, precisan los portavoces de Anged, «no se puede afirmar que las barreras a la entrada establecidas para las nuevas formas de comercialización hayan servido como protección» al funcionamiento de las tiendas de toda la vida.

No es David contra Goliat. Para los promotores del estudio, el enemigo del panadero del barrio no son los hipermercados que ofrecen dos barras al precio de una, y siempre calientes. «Las raíces del estancamiento del autoempleo hay que buscarlas en fenómenos económicos que han afectado a la economía en general y que no se reducen a la distribución minorista», subrayan los portavoces de las empresas de distribución de más de 2.500 metros cuadrados, que denuncian también cierta desventaja frente a «otras grandes empresas del sector con formatos de tienda más pequeños». A ellos «sí se les ha permitido crecer tanto como sus planes de expansión previeran». Si, al final, es la eterna discusión de siempre, la del pan nuestro de cada día: ¿el tamaño importa?