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'Cotorrito', cuatreño de Cebada Gago, no se ha vendido este año. / ROMÁN RÍOS Una corrida de Cebada Gago que sí se lidiará en Albacete. / R. RÍOS
LAS CIFRAS HABLAN LOS GANADEROS LAS CLAVES

Los toros se quedan en la finca

La cornada de la crisis económica podría dejar 10.000 reses bravas 'colgadas' en las ganaderías y una caída del 40% de la demanda

FRANCISCO APAOLAZA
| CÁDIZActualizado:

Cotorrito. Número 24. Un burraco hondo, bajo pero con trapío y cara suficientes para una plaza de primera. Se mueve con la tranquilidad dominadora propia de un gigante entre el polvo abrasador de un cercado de La Zorrera, en Medina Sidonia, Cádiz. Tiene cuatro años y una buena reata. Guarda en sus genes el tesoro de ADN de los cotorritos, que a su vez vienen de la familia de los pajareros y los músicos, de la legendaria ganadería de Cebada Gago. Pudo ser «un buen toro» en la feria de Logroño, dice Salvador García Cebada. Nunca se sabrá, ya que no se ha vendido la corrida para San Mateo. Cotorrito es una de las 10.000 reses de lidia que se quedarán en las ganaderías españolas por culpa de los recortes de la crisis económica y que probablemente terminen en el matadero. Con unos costes de mantenimiento por los cielos, los precios de venta por los suelos y una sobreproducción muy difícil de parar (y puede sobrar el 40%), el mercado de la ganadería de bravo se enfrenta a un panorama «de espanto», dice Gregorio Quintas de la ganadería Alfredo Quintas.

Cuando nació el burraco en el templo de toros de La Zorrera, el mundo no sabía el feroz significado de las hipotecas subprime y NINJA todavía sonaba a guerrero japonés. En esa época, en la casa de los García Cebada, se planteaba una camada media que mantendría la lidia de once o doce corridas de toros por año. Este año solamente venderá ocho, «si no son cinco». Es muy probable que dos de los cercados más próximos a la casa se queden tal y como están. Según las asociaciones de ganaderos, el año que viene cerrará con un 40% menos de reses vendidas en España. Y eso es una ruina ganadera. La razón es que los toros bravos no pueden almacenarse en grandes naves a la espera de su venta como otros productos. Porque tienen una fecha de caducidad concreta y porque su producción no se puede parar en seco.

El mercado se ha reducido drásticamente, según las cifras que aporta Eduardo Martín Peñato, ganadero y presidente de la Asociación de Ganaderos de Lidia. Contando festejos mayores (corridas de toros, rejones y novilladas con caballos), menores (festejos sin picadores) y espectáculos de calle (encierros, toros ensogados, vaquillas, etc.), en España se lidian al año 35.000 toros. Este año podrían ser 25.000.

Hay consenso en que las grandes ferias son las que menos han sufrido. «Donde más ha castigado la crisis es en los pueblos». Habla Adolfo Rodríguez Montesinos, ganadero y secretario técnico del Libro Genealógico de la Raza de Lidia desde 1990. Asegura conocer empresarios de pueblos que en lugar de dar 20 festejos, han organizado uno este año. «Los pueblos que antes daban cuatro festejos -por ejemplo, dos corridas, una novillada y una de rejones- pueden dar solamente dos», dice el ganadero y presidente de la Unión de Criadores de Toros de Lidia, Eduardo Miura. Martín Peñato confirma que, según los datos de su asociación, los festejos mayores han caído un 30% este año. Los pequeños municipios son el terreno de Goyo Quintas, el criador que más reses mueve en España por pueblos de La Mancha, Castilla y León y Madrid. El pasado año, fueron 684, éste, 425. «Esto es un negocio ruinoso», asevera. «La crisis nos afecta como a todos, pero esto no es una fábrica de tornillos», advierte Eduardo Miura.

Más cinqueños

Le da la razón la manera en que los toros se califican según los años que tienen. Los animales de un año serán añojos; los de dos, erales (para novilladas sin caballos); los de tres, utreros (novilladas con picadores); los de cuatro años -y cinco hierbas, por primaveras-, cuatreños. Éstos son los que se lidian en las corridas de toros, que también aceptan cinqueños, los de cinco años. «El campo se va a llenar de ellos y las figuras no los quieren ni ver», dice Rodríguez Montesinos, que subraya que los toros con más de cinco hierbas se van a vender «mucho más baratos». De esta manera, el ganado que está en el campo envejece un año hasta su siguiente oportunidad de venderse. Y serán muchos más, por acumulación. No existen cifras sobre el precio medio de las reses, aunque García Cebada asegura que el coste de un cuatreño es de 4.200 euros. «Tener más toros sin vender significa que el coste del animal aumenta, porque come todos los días y además la ganadería necesita personal cualificado», dice García Cebada. Cada día, el toro come una media de nueve kilos de pienso y dos de paja. El pienso ha bajado, pero cuesta 20 céntimos de euro y «subirá a partir de enero».

Las consecuencias del panorama serán obvias: se seguirán vendiendo menos toros y estos serán más baratos. «Esto, y el problema de sitio en las fincas. A menos cercados, más riesgo de peleas entre animales y más reses heridas o muertas», explica el gaditano.

El matadero sería uno de los finales más lógicos para los toros como Cotorrito, aunque también el más ruinoso. «Allí te pueden dar 300 euros, lo que no cubre ni el pienso que come el animal en un año», dicen en Cebada Gago. Y detener la producción no es tan fácil.

«Un barco imparable»

«Esto no es como un coche, que se puede parar de golpe, sino como un barco», explica García Cebada. Las reses seguirán naciendo y sobre todo creciendo en la dehesa al ritmo que se marcó hace «tres o cuatro años», apunta Rodríguez Montesinos.

A partir de ahora, descenderán paulatinamente las camadas, ya que muchos ganaderos «conservarán las vacas nodrizas -las únicas subvencionadas- aunque no les echarán los sementales», explica Rodríguez Montesinos.

Las consecuencias pueden ser trágicas, sobre todo para los hierros llamados duros. «Algunas ganaderías van a venderlo todo, eso está claro -asegura García Cebada- pero la mayoría vamos a pasarlo muy mal, sobre todo los independientes, los que no nos plegamos a las exigencias de las figuras».

Un desastre ecológico. Es lo que se desprende de las declaraciones de algunos criadores, que temen que se pierdan los encastes minoritarios que no han sido sustituidos por la sangre Domecq, mayoritaria en el final del árbol genealógico de las ganaderías y preferida generalmente por los toreros. «Hay encastes como Miura que están en peligro de extinción y otros, como la casta navarra o vazqueña, bastante amenazados. Cada año se cierran cuatro o cinco ganaderías de Santa Coloma», dice Rodríguez Montesinos.

«Al margen de los datos y la economía, lo triste es que este toro no se va a lidiar», dicen en Cebada Gago mientras Cotorrito se mueve en el cercado con sus doce compañeros en el limbo de la fiesta.