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El jerezano fue la pieza que vinculó a Menéndez con la banda que le tiroteó en 1999

S. TUBIO
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El 28 de junio de 1999, el abogado José Emilio Rodríguez Menéndez recibía el alta hospitalaria. Once días antes habían tratado de asesinarlo en su chalé de Las Rozas, en Madrid. A la salida del hospital ya sabía que la Policía tenía el caso resuelto, pero de forma inesperada los agentes habían encontrado sospechosas vinculaciones entre la víctima y sus agresores, la banda de Cásper. Una de las piezas de esa extraña cadena era el jerezano Ortega Sánchez.

La Policía arrestó en un primer momento a José Ignacio Rocha, como autor material de los disparos; a la esposa del letrado, Laura Fernández, como inductora y a Rafael Bravo, que fue la persona que conducía la motocicleta desde donde se realizaron los disparos. Pero los agentes, al constatar los estrechos vínculos que tenía José Ignacio Rocha con el capo Cásper, supo que la banda de éste estaba detrás del asesinato frustrado. Finalmente Ángel Suárez sólo pudo ser llevado ante el tribunal como encubridor, cargo del que fue finalmente absuelto.

Pero el asunto se transformó oficialmente en gran embrollo cuando la Policía confirmó que el lugarteniente de Cásper era cliente de Rodríguez Menéndez. Ese nexo les llevaba a una conclusión extrañísima: existía relación entre la banda que había tratado de matar al abogado y la víctima.

En una entrevista que realizó Rodríguez Menéndez cuando salió del hospital, éste explicó cómo había llegado a tener tratos con Ortega Sánchez. La Policía sospechaba que había sido el propio Cásper quien había contratado al letrado para que defendiera al jerezano, pero Menéndez lo negó: «Le llevo asuntos desde hace tres años por mediación de su novia. Yo desconocía absolutamente si este señor es o no el jefe de la organización. A mi me pagaba su madre y su hermana. Por eso no tenía apenas relación con él» -entrevista fechada el 28 de junio de 1999-.

Cuando le preguntaron por cómo conoció a Ángel Suárez, alias Cásper, Rodríguez Menéndez también lo relacionó con su faceta como letrado del jerezano: «Lo conocía porque había acompañado dos veces a Inmaculada Ortega, que es la hermana de uno de mis defendidos».

Pese a que se jactó por esas fechas que su cliente había salido bien parado en uno de los juicios que había acumulado tras años de golpes suculentos, no pudo evitar que en 2001 le cayeran 11 años por robar más de 100 kilos de cocaína en Valencia.