ANABOLIZANTE

Brusesprintin

Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

Debo decir que no soy yo asidua de estos macroconciertos. Pero quiso la suerte que el otro día me invitaran al de Bruce Springsteen en Sevilla, y allá que me fui encantada de la vida, vestida de teenager, vaqueritos cortos, tenis, y camiseta negra con su Born to Run estampadito... Debo decir también que de este artista conocía yo tan solo un par de canciones de mi época adolescentosa, y algo que escuché en el tren de Madrid a Sevilla...

El Jefe apareció en el escenario ante un estadio no tan lleno como se hubiera esperado, y quizá algo frío, en contraste con el calor, no ya asfixiante, sino francamente insoportable de la noche sevillana. Pero no se arredró: lejos de achantarse, pegó lo que se dice cuatro bocinazos por el micrófono, dijo «guan, chu, fri, for», y ahí ya no paró ni el Tato.

Tres horas, señores. Tres horas en las que el pureta güenoni no descansó ni para respirar: bailó, cantó, bramó, jaleó, chapurreó en español (¿¿¿tenéis calor???), tocó la guitarra, la armónica, se dejó manosear por el público, levantó a un niño en brazos, se marcó un dancing con una pibita (¡ah, afortunada!)... Una locura, un derroche de energía infinito. Yo, ya lo digo, no conocía apenas nada del repertorio y aún así me pasé con la boca abierta casi todo el concierto, quitándome el cráneo ante tamaña exhibición de talento, ante esa demostración práctica de cómo meterse al público en el bolsillo a fuerza de hacer bien las cosas, con amor y entusiasmo.

Total, que a las tres horas el buen hombre decidió que ya estaba bien para sus casi sesenta años y se retiró tranquilamente a sus aposentos con sus coleguitas de la E Street Band, dejándonos a los 30.000 que quedábamos baldaítos después del repaso que nos acababa de dar a golpe de rocanrol.