Iraníes participan en una marcha contra el régimen de Ahmadineyad. / AP
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Irán reprime con violencia la ofrenda a los mártires

La Policía impide con golpes que miles de personas recuerden a las víctimas de la 'revolución verde'

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«Neda está viva, Ahmadineyad está muerto». Miles de personas salieron ayer a las calles de Teherán para recordar a las primeras víctimas mortales de las manifestaciones que jalonaron Irán tras las elecciones presidenciales. Cuarenta días después, como marca la tradición chií, los ciudadanos volvieron a vestirse de luto para compartir la jornada con las familias de los mártires de la denominada revolución verde, que sacude el país persa desde que el pasado 12 de junio Mahmud Ahmadineyad fuera reelegido en unos comicios cuyo resultado la oposición continúa sin aceptar. Neda Sultán -la joven que falleció a causa de un disparo y cuya agonía en plena calle fue grabada por un teléfono móvil y posteriormente recorrió el mundo a través de Internet- es el símbolo, el icono de unas protestas que después de tres semanas de relativa calma recorrieron de nuevo las calles de la capital y de otras ciudades iraníes. A primera hora de la mañana, miles de personas se concentraron en el cementerio de Behest-e-Zahra, al sur de Teherán, para visitar las tumbas de los caídos. Un fuerte cordón policial evitó la entrada del grueso de unos manifestantes encabezados por los líderes reformistas Mir Husein Musaví y Mehdi Kerrubi. El primero apenas pudo apearse del coche en el que iba acompañado de su mujer, y el segundo tuvo el tiempo justo para recitar unos versos del Corán junto a un grupo de seguidores antes de que los antidisturbios disolvieran la oración a base de porrazos y botes de humo.

El silencio inicial se rompió tras la fuerte respuesta policial y con las carreras comenzaron los gritos de guerra de «¡Muerte al dictador!» y «¡Libertad para los presos políticos!».

La gente permaneció en las calles próximas al lugar, donde volvieron a reanudarse los enfrentamientos. Porras y golpes frente a velas y Corán en una capital donde el miedo hace que el número de iraníes que se echa ahora a las calles no sea comparable al de las primeras semanas de junio. Treinta muertos y quinientos detenidos, según cifras oficiales que las organizaciones de derechos humanos consideran muy cortas, son motivos de peso para pensárselo dos veces antes de protestar.