Desbaratar la ofensiva
Actualizado: GuardarEl doble asesinato perpetrado por ETA en la localidad mallorquina de Calviá acabó con la vida de los jóvenes guardias civiles Carlos Sáenz de Tejada y Diego Salva Lezaun, y volvió a llevar el dolor más lacerante a otras dos familias que, así, se unen a los numerosos hogares que cada día lloran la pérdida de uno de sus miembros a manos del terror.
Los miembros de la Guardia Civil han vuelto a sufrir, como señaló el presidente Rodríguez Zapatero, ataques dirigidos contra todos los españoles. Pero ni siquiera el temor a que la sociedad pueda enfrentarse a una cruenta ofensiva por parte de la banda terrorista debe poner en cuestión la convicción de que los etarras están protagonizando un declive tan macabro como irreversible.
Tanto la forma en que los terroristas llevaron a cabo el atentado contra las viviendas de la guardia civil en Burgos como la colocación de dos bombas-lapa en los bajos de sendos vehículos oficiales en Mallorca vienen a demostrar que, además de asesinar, ETA está tratando de hacer ver a sus seguidores que es capaz de operar con sangre fría y parsimonia buscando los flancos débiles de los objetivos de su terror. Pero la sociedad democrática no debe afrontar la lucha contra ETA sólo a la defensiva, extremando las medidas de seguridad y manteniendo todas las alertas dentro y fuera de España para prevenir la comisión de nuevos atentados.
La primera obligación del Estado de Derecho, de sus órganos judiciales y de sus servicios policiales, es garantizar la integridad física y la dignidad moral de todos los ciudadanos, empezando lógicamente por aquellos que están sometidos a la injusticia extrema que representa la violencia coactiva. Pero es evidente que en el caso del terrorismo de ETA esa obligación sólo puede cumplirse plenamente si las instituciones democráticas orientan el máximo de sus esfuerzos a desmantelar las estructuras etarras y empujar a los restos de la trama terrorista a desistir de su abominable empeño por hacerse valer mediante el asesinato.
El estruendo que segó la vida a Carlos Sáenz y Diego Salva se hizo oír en toda España y volvió a remover las entrañas de miles de mujeres y hombres, de miles de familias que en cada minuto del día viven la angustia provocada por el acoso terrorista, o en las que palpita constantemente la memoria de un ser querido asesinado por los terroristas. Es en estos momentos cuando se hace más insoportable el cinismo, la sorna, la desfachatez y el fingido e insultante victimismo en el que se guarecen quienes aplauden la muerte.