Cartas por bombas
Actualizado: GuardarL os planes elaborados por ETA en diciembre de 2008 preveían desarrollar a lo largo del año en curso una campaña de ataques contra el PNV. Para mañana, incluso, habían previsto hacerle llegar al EBB, al lehendakari Ibarretxe y a los miembros de la Asamblea Nacional del PNV sendas cartas para recordarles que cincuenta años atrás, el 31 de julio de 1959, José Luis Alvarez Enparantza, Txillardegi, le había escrito otra carta al lehendakari en el exilio, José Antonio Aguirre, informándole de que siete meses antes, en las navidades de 1958, se había constituido una nueva organización denominada Euskadi ta Askatasuna.
La dirección etarra tenía elaborados planes, con calendarios precisos, que contemplaban la realización de atentados, asesinatos incluidos, contra los «sectores españolistas» (sic) del PNV y al mismo tiempo enviarles «cartas escritas de forma conciliadora», redactadas «de un modo cercano y abertzale».
Todos esos planes esquizofrénicos se vinieron abajo el 1 de marzo, día en que el PNV no consiguió mayoría absoluta en las elecciones ni socios para alcanzarla. ETA tuvo que reconducir su estrategia sobre la marcha. Se vio obligado a reorientar su «conflicto» hacia lo de siempre: el enfrentamiento contra el Estado, atacando a sus instrumentos policiales, a sus intereses económicos o al partido que ejerce el poder en el conjunto de España, que, además, ahora lo ostenta también en el País Vasco. Y las cartas postales que pensaba enviar las ha cambiado por una furgoneta-bomba.
ETA, buscando provocar víctimas, ha atacado en los últimos meses a la Guardia Civil, al Cuerpo Nacional de Policía y a la Ertzaintza y ha amenazado a la Policía Foral de Navarra. En apariencia, es la forma de responder a la persecución legal implacable que aplica el Estado tanto contra ETA como contra su entorno político. Pero lo de menos es la estrategia que invoca la banda para justificar el terrorismo. Unas veces lo ha hecho para provocar la insurrección general, otras para conseguir la negociación, o para promover la construcción nacional; otras, simplemente, para lograr el cierre de filas. En realidad, casi siempre para demostrar que ETA existe.