Tangos por Columela
La Plaza de las Flores fue ayer el escenario del baile de Lidia Cabello en el ciclo 'Flamenco desde los balcones y las fuentes'
| CÁDIZ Actualizado: GuardarEl suelo que tapizan ramos de rosas, tiestos de geranios y cubos con claveles y margaritas lo ocupaban ayer un pequeño escenario y unas quinientas personas en curiosa estampa. Los focos tomaban el sitio del sol del mediodía y el tango de Chano Lobato, el espacio sonoro del bullicio de las mañanas en que hay mercado. En su pedestal de piedra de la Plaza de las Flores, Lucio Moderato Columela miraba de reojo el inusual espectáculo del compás a pie de calle.
Lidia Cabello, por tangos y por alegrías más tarde hizo de contrapunto sinuoso de la blanca estatua del romano. A las diez de la noche comenzaba Flamenco en los balcones y en las fuentes, un proyecto municipal ejecutado por el equipo de Enrique Linera que acerca al público lo jondo en las noches del verano de Cádiz.
Lleno total
La experiencia le ha enseñado a Linera algunos trucos. Uno de ellos, «poner las sillas muy pronto para que la gente no se pelee por ellas». Ayer, el patio de butacas estaba lleno a las nueve, una hora antes del espectáculo.
El resto lo vio de pie. Atenta a la jugada, Antonia Castañeda no pudo vender flores desde las siete de la tarde, aunque no le importó la pérdida, «encantada con que haya cositas en Cádiz».
Más nerviosa estaba la bailaora Lidia Cabello, calentando brazos delante de la puerta del café de La Marina. «Esto es más difícil que en un teatro -comentaba-. Aquí estás con el público frente a frente, en su terreno, aunque hay un calor más grande, un contacto más íntimo con ellos», decía la profesora de baile. «¿Cómo quieres que te abra la puerta de mi bohío? Tengo a mi mulata dentro, dueña del corazón mío». Se arrancaba Lidia con un mantón rojo sobre sus hombros. Sonaban las voces de Paco Reyes y May Fernández. Al toque, Joaquín Linera Niño la Leo ponía la banda sonora a una curiosa mezcla de flamencos de parroquia, padres con cochecitos y gente que pasaba por allí.
Rubio, 31 años, Frederick había venido desde Dinamarca a pasar unos días aprendiendo español en Cádiz. «Excellent». Lo que más le llamó la atención, el «alucinante juego de pies de ella. Será difícil explicar con palabras y fotos lo que he visto, pero creo que no hubiera comprendido nada de esta cultura sin haber sido testido tan de cerca de algo tan sensual». Su primer contacto con el flamenco.
A las once de la noche todo fueron aplausos, justo cuando la calle dejaba de ser tablao y Columela se volvía a quedar sólo sobre su fuente.