ANÁLISIS

Despliegue diplomático

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E l Gobierno iraquí no puede acusar de indiferencia a Washington: el 4 de Julio, fiesta nacional norteamericana, lo pasó en Bagdad el vicepresidente Joe Biden, el primer ministro Nuri al-Maliki estuvo la semana pasada con Barack Obama, Biden, Hillary Clinton y la plana mayor del Capitolio y hoy está en Irak el secretario de Defensa, Robert Gates, quien llegó ayer para una visita de dos días. El despliegue de efectivos diplomáticos augura un esfuerzo suplementario para relanzar el proceso de paz regional.

Pero la atención extrema no equivale a que Estados Unidos esté dispuesto a asumir toda la tarea, de modo que el vicepresidente Biden, con el tono claro y un punto provocativo que le caracteriza, hizo un diagnóstico crudo y realista: se ha hecho lo que se ha podido, la normalidad vuelve poco a poco, hay esperanzas y porvenir... pero los iraquíes tienen que resolver y sin tardar los problemas de su coexistencia democrática en un marco constitucional consensuado.

Porque cada vez parece más claro que los contribuyentes norteamericanos no aceptarían mantener indefinidamente una carga como la actual. Gates sugirió que comparte estas preocupaciones al decir que su Gobierno apoya firmemente la presencia de todas las comunidades iraquíes en sus fuerzas de seguridad y su gobierno y desea un gran acuerdo nacional basado en la difícil reconciliación de chiíes y suníes. Y hoy está en el Kurdistán, una región autónoma y con obvias tendencias separatistas, que acaba de celebrar elecciones y está pendiente de un presunto referéndum que nunca llega.

El plazo lo reiteró ayer el secretario de Defensa al decir que hay una gran oportunidad hasta finales de 2011, cuando debe concluir la retirada de las tropas estadounidenses, más de 120.000 soldados acantonados fuera de las ciudades y ahora en labores de apoyo a las iraquíes. Para entonces, Washington querría ver igualmente encarrilada la paz entre palestinos e israelíes (el bien respaldado mediador George Mitchell está también en la región) y el programa nuclear iraní bajo control internacional solvente. Una inversión colosal en pacificación y reordenación en la región más explosiva del planeta y que es, claramente, el objetivo central de la política exterior de Obama.