«La de gritos que doy cuando paseo por los museos»
Actualizado:-Lo que a usted le gustaba era la pintura, ¿verdad?
-Muchísimo. De niña dibujaba y no lo hacía nada mal. Luego, cuando descubrí que existía Bellas Artes y que podía hacer la carrera, fui inmensamente feliz. Estaba convencida de que la pintura me acompañaría toda la vida; en aquella época la fotografía era un juego para mí. Nada más que eso.
-¿Qué le hizo cambiar?
-Descubrir un laboratorio. En la universidad descubrí todo el proceso de una fotografía: cómo va saliendo la imagen en un papel en blanco que flota en la cubeta... Parecía magia. ¡Ser responsable desde el principio hasta el final de tu trabajo! Ese descubrimiento me marcó. A partir de ese momento, sentí la necesidad de tener un obra, de trabajar duro para conseguirlo.
-Fue entonces cuando pidió una beca a la Fundación Juan March.
-Eso es, justo al terminar los estudios. La solicité para hacer un trabajo general sobre España que, al final, me llevó quince años. ¡Una maravilla! Entre 1974 y 1989, me volqué en España oculta. Cuánto, cuánto aprendí de nuestras fiestas y costumbres, de nuestras gentes y sueños... Gracias a ese proyecto, me empezaron a valorar. Hasta entonces, nadie me tenía en cuenta. Se lo digo en serio.
-¿Y qué pasó con la pintura?
-Pues, nada, se quedó atrás. Pero, ojo, me sigue apasionando. Tendría que oír los gritos de alegría y emoción que doy cuando paseo por las salas de los museos.
-¿Cuáles son sus artistas favoritos?
- Brueghel y El Bosco.
-¿Por qué?
-Me llaman, me atrapan...
-¿Qué busca usted en el arte?
-¡Vida! Exactamente lo mismo que intento transmitir con mis fotografías. No quiero dejarme nada. Lucho por abarcarlo todo. Quiero mostrar los distintos estados por los que pasa el ser humano desde que nace: ternura, drama, sexo, pasión, conflicto, muerte... ¡Todo!
-O sea, que las fotografías para usted son...
-Momentos de vida que le robas a la muerte.