Una constelación explosiva
Indonesia se debate entre Estado fallido o potencia emergente mientras que con cada atentado resurgen fantasmas que no están dispuestos a desaparecer
| YAKARTA Actualizado: GuardarMonstruos de asfalto en Java, playas paradisíacas en Lombok, bosques vírgenes en Kalimantan, lagos de colores en Flores, desiertos en Timor Occidental, dragones vivos en Komodo, y civilizaciones perdidas en Irian Jaya. Indonesia no es un país, es una espectacular constelación que tiene islas por estrellas. Centenares de identidades diferentes, etnias, lenguas y religiones, se dan cita a bordo del buque de la república fundada hace sesenta años, que hace agua en forma de movimientos separatistas, terrorismo islamista, piratería, conflictos internacionales y fuertes desigualdades sociales.
Sin embargo, como por arte de magia, el país que alberga el mayor número de musulmanes del mundo -206 de sus 240 millones de habitantes- se ha librado de la tiranía y ha conseguido erigirse como una potencia económica regional capaz de capear la crisis global con un robusto crecimiento del 4,4% en el primer trimestre del año y muchos lo incluyen ya entre los milagros asiáticos. La Bolsa de la capital ha ganado un 65% en los seis primeros meses de 2009 y la divisa nacional se ha revalorizado un 10% frente al dólar. «Es una historia de éxito», asegura Thomas Rumbaugh, responsable de la división Asia-Pacífico del Fondo Monetario Internacional.
No obstante, los atentados de Yakarta del pasado día 17 han resucitado el fantasma del terrorismo islámico, que había permanecido desterrado durante cuatro años, y han encendido un debate público sobre la cohesión del Estado. De hecho, poco antes de las explosiones sufridas por los dos hoteles de lujo de la capital, que dejaron ocho muertos y medio centenar de heridos, la influyente revista Foreign Policy volvió a incluir a Indonesia entre los países que se encuentran en peligro de resultar fallidos, la segunda peor categoría de la lista. En su editorial, el diario Jakarta Post, analizaba el informe y se preguntaba si la bonanza económica no es, en realidad, un espejismo que puede desvanecerse en un segundo por cualquiera de los peligros que acechan en la sombra.
Un viaje a saltos por las islas del archipiélago deja en evidencia varias de las razones argumentadas por Foreign Policy para mantener a Indonesia junto a otros países como Burkina Faso, Camerún, o Liberia. Los coches de lujo y los relucientes rascacielos de Yakarta contrastan con los carros tirados por búfalos y las rudimentarias viviendas de paja de Timor Occidental, muestra de las brutales desigualdades sociales que se esconden tras los 2.800 euros de renta anual media.
Grandes contrastes
Guntur Nadim, empresario de Yakarta de 34 años ingresa bastante más que esa cantidad al mes y reside en un lujoso dúplex con jacuzzi y varios televisores de plasma, mientras que Setiawan Madul, agricultor de Soe de 38 años, en Timor Occidental, tendrá suerte si es capaz de reunir ese dinero en una década y se conforma con una cabaña a la que no llegan ni la electricidad ni el agua corriente y en la que se hacinan los siete miembros de la familia. Eso sí, tanto Madul como los hijos que corretean desnudos por los alrededores ven la televisión en un restaurante del pueblo y son conscientes del ritmo de vida en las ciudades del país. «Me da rabia», reconoce un tanto desilusionado.
Los contrastes también van ligados a la religión o la etnia. Así, los ciudadanos de origen chino, generalmente budistas o ateos, cuentan con un poder adquisitivo 37 veces superior al de la media, un hecho que desató la matanza de 1998, en la que se estima que unas 3.500 personas fueron asesinadas y 160 mujeres violadas durante los disturbios que dejaron Yakarta en llamas. Sólo en la semana del 14 al 21 de mayo de aquel año 150.000 personas buscaron refugio fuera del país y todavía hoy los indonesios de origen chino viven con miedo y recluidos en guetos.
Sólo hace falta echar un vistazo al mapa de algunas de las 17.508 islas de Indonesia que acarician el ecuador para darse cuenta de que la relación del país con sus vecinos tampoco puede ser muy amistosa. En casos como los de Papúa o Timor los colonos europeos echaron mano del tiralíneas de África para delimitar unas fronteras que han causado guerras y se han convertido en foco de unas tensiones que remiten poco a poco. Sin duda, ahora los problemas se concentran en el propio territorio indonesio, donde varios grupos separatistas, entre los que no se encuentra desde 2005 el que operaba en la región de Aceh, se hacen oír de forma muy violenta de cuando en cuando.
Cambio climático
Pero es indiscutible que el país ha aprendido de los errores que llevaron al crack financiero sufrido en el año 1997 y que está sacando gran provecho de sus recursos naturales y de la mano de obra barata para avanzar a mayor velocidad que sus vecinos.
El precio del milagro, eso sí, es elevado: los bosques desaparecen a velocidad de vértigo al paso de las sierras que provocan una deforestación de consecuencias catastróficas, cientos de especies animales y vegetales están en peligro de extinción y el cambio climático podría tener efectos mucho más dramáticos en el desarrollo económico que el terrorismo.