Un fontanero incapacitado
| CÁDIZ Actualizado: GuardarSu oficio es el de fontanero, pero su estado físico le impide desarrollar ningún empleo. Le concedieron una pensión de incapacidad antes de que ingresara en prisión. Cuando dio con sus huesos en la cárcel, se quedó sin ayuda. Ahora sobrevive con 420 euros que recibe del sindicato y aunque apela a la respuesta fácil de que «no hay dinero que sirva para cubrir» el estigma del violador que nunca fue; Rafael es llano y franco como la educación que recibió. Necesita dinero para acceder a esa segunda oportunidad, que aunque tarde, le ofrece la vida. «Yo entiendo que la Justicia es lenta, pero mientras se resuelve el tema de la indemnización me podrían dar algo, o ¿qué quieren?, ¿qué robe como no lo he hecho nunca?».
Su pareja le fulmina con la mirada y con un tono, mitad meloso, mitad autoritario, le interrumpe en sus cavilaciones en voz alta: «Eso nunca. Seguro que están esperando a que cometas el más mínimo error». Tamara se refiere a la Policía. Algunos de los agentes que llevaron el caso en 1995 siguen en activo y Rafael se los ha cruzado por la calle. Ese momento era previsible en una localidad de 86.000 habitantes y también se esperaba la reacción cuando cruzaron las primeras miradas: «Me vuelven la cara y no me han dicho nada».
El responsable de la investigación policial insistió en julio del año pasado que todos los indicios apuntaban a Rafael, pero ya no pudo borrar las sombras del caso.