Las cenizas de Rafael
El portuense retoma el timón de su vida, con dificultades, pero con la ilusión de su próxima paternidad, una previsible inyección importante de dinero y la dignidad recuperada
| CÁDIZActualizado:Aún sus alas no baten con la suficiente fuerza para que el Fénix de su vida resurja de las cenizas y del lodo en el que estuvo atrapado más de una década. Pero ya ultima su primer vuelo después de años de oscuridad y soledad, mucha soledad. Ese viaje hacia tierra de mortales, de los que se levantan cada día sin miedo a acabar en la trena, de los que tienen a alguien cerca para apoyarse y sortear preocupaciones cotidianas, comunes como sacar adelante a un hijo en tiempos difíciles, ya no es ningún espejismo. Se trata de la nueva vida de Rafael Ricardi Robles (El Puerto, 48 años), una víctima de la injusticia en mayúsculas y ahora un futuro padre que está aprendiendo a hacer cuentas.
Con 14 años cedió el timón de su vida a la droga y no lo volvió a recuperar hasta el año pasado cuando salió en libertad provisional de la cárcel de Topas (Salamanca). Cuando José Luis Garci mitificó el Volver a Empezar como símbolo de la segunda oportunidad, Ricardi ya había malgastado varias vidas en la calle y debajo de un puente se refugiaba de sus recuerdos. Se había casado y había sido padre dos veces, pero de responsabilidades se fue sacudiendo hasta que en un caluroso verano de 1995 fue detenido, tan sólo unas horas después de que una joven fuera violada por dos tipos encapuchados cerca de su casa en Valle Alto. Ahí dejó de existir para su familia, sus vecinos y compañeros de chute.
La voluntad del nuevo Rafael es que esas aguas no remuevan ningún molino pasado. Hasta del veneno que le arruinó no quiere oír ni hablar: «Yo me he vuelto muy duro y no voy a caer más. Ese error no lo vuelvo a cometer». Tanto es el odio que le ha cogido al principio de sus males que le impuso a su actual pareja limpieza absoluta en sus venas.
Al poco tiempo de salir de prisión y con la amenaza aún vigente de que la Justicia no enmendara un error que en junio de 2008 ya era palmario, gracias a nuevas pruebas de ADN, retomó las calles de El Puerto. Sus paseos por la Iglesia Prioral no pasaron desapercibidos para una mendiga que pedía limosna en la puerta del templo portuense. «Claro que sabía quién era, pero nunca pensé que se terminaría fijando en mi».
La historia de amor de Tamara de Orbe y Rafael Ricardi no está sacada de ningún folletín. Tiene la pausa suficiente de dos personas castigadas por la vida, que nunca más cumplirán los 40 y que ya no se les puede engatusar con flechitas de ángeles. «Un amigo nos lo presentó al cabo del tiempo -prosigue Tamara- a mí y a otra amiga». Y Rafael, que necesitaba compañía y estaba falto de compasión, aplicó un remedio que él había rechazado años atrás: decidió ayudarlas a las dos y las alojó en su piso recién alquilado, pequeño, feo y destartalado, pero donde estaba creciendo su nuevo hogar.
Sólo les puso una condición, no quería trapicheos en su sofá, ni bolsitas vacías en el baño. «Mi amiga no lo cumplió y se tuvo que ir». Tamara le pagaba su desinteresada ayuda asumiendo las labores de la casa, que pueden ser un engorro demasiado complicado para quien ha vivido a la sombra 13 años y otros tantos en la calle.
A los seis meses de convivencia, calcula Rafael, tuvieron su primera relación más allá del simple afecto entre compañeros de piso... y hasta el día de hoy: Tamara está embarazada de cinco meses y quiere que su pequeño traiga bajo el brazo la solución definitiva para su delicada situación económica, una indemnización por el daño que le han ocasionado a su pareja al haber sido injustamente encarcelado por dos delitos de violación que jamás cometió. Si bien el Tribunal Supremo, con su reciente resolución, le ha devuelto la inocencia a Rafael y ha anulado técnicamente una sentencia de la Audiencia Provincial de Cádiz, que ya había sido desvirtuada por las pruebas que solicitó el año pasado la Fiscalía, la confirmación de su no culpabilidad le llega tan sólo meses antes de que hubiera sido puesto en libertad de no haber mediado revisión del caso.
Ricardi habría salido de Topas, como un preso más que ya ha ajustado sus cuentas con la Justicia, en 2010; por tanto, la sentencia del Supremo apenas le ha hecho ganar tiempo en libertad, pero sí ha podido recuperar su dignidad y limpiar un nombre que hasta el año pasado nadie conocía.
De sus cenizas resurge sin ningún atisbo de rencor hacia la persona que lo señaló y lo llevó directamente a la cárcel. La joven que aseguró, tanto en la investigación como en instrucción, que Rafael había sido uno de sus violadores. Lo reconoció por la voz y por su rostro marcado por una mirada estrábica. «Ella es una víctima y ha sufrido bastante. Yo tengo dos hijas y no sé qué ocurriría si les pasara eso». De villano a pequeño gran caballero.
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