Obama desata la tormenta racial
La Policía exige al presidente de EE UU que se disculpe por calificar de «estúpida» la detención de un profesor negro
| NUEVA YORKActualizado:La polémica racial desatada a raíz de la detención de un profesor afroamericano de la Universidad de Harvard volvió a provocar ayer el fuego cruzado entre Barack Obama y la Policía y por extensión, se convirtió en la gran comidilla nacional en un país donde las tensiones entre blancos y negros siguen tan vivas como siempre. Las palabras del presidente de que los problemas raciales aún «persiguen» al país eclipsaron incluso su ofensiva para ganar apoyos a la reforma del sistema sanitario.
Mientras, el sargento Jim Crowley, responsable del arresto de Henry Louis Gates, afirmó a la CNN que el inquilino de la Casa Blanca «no sólo ofende a los miembros del cuerpo en Cambridge sino a la Policía de todo el país» por sus acusaciones de que los uniformados «actuaron estúpidamente». Más lejos llegó un destacado líder sindical de la Policía que pidió a Barack Obama disculpas públicas por sus afirmaciones.
Consciente de que el calado de sus declaraciones pueden levantar algo más que una polvareda mediática, el presidente matizó levemente lo dicho en la víspera indicando que tiene un «respeto extraordinario» por la Policía, aunque en cualquier caso los agentes implicados deberían haber actuado con la «cabeza más fría». En declaraciones a la cadena ABC anoche, el presidente estimó innecesario detener al profesor, aunque, según el sargento Crowley, Gates le faltó repetidamente al respeto y mostró una actitud beligerante cuando los agentes acudieron a investigar una denuncia de un posible robo. El argumento de Obama es que «debería haber prevalecido la calma». La Casa Blanca trató de enfriar la polémica con un argumento que está lejos de las disculpas que pide la Policía, si bien destacó que el presidente «se arrepiente» del ardor de sus declaraciones tras el arresto de su amigo Henry Louis Gates. El secretario de Prensa, Robert Gibbs, vino a decir que «de saber la distracción y la obsesión general» que ha ocasionado el tema, Obama habría medido más sus palabras. Más allá del adverbio «estúpidamente», que es el que mantiene viva toda la discusión, pocos discuten el argumento de fondo expresado por el mandatario de que «este país cuenta con un largo historial de detenciones de afroamericanos y latinos mediante un uso desproporcionado de la ley. Incluso cuando se producen sinceros malentendidos» -dijo en otro momento- «el hecho de que sean negros e hispanos a los que se detiene con más frecuencia, y a menudo sin motivos, despierta la sospecha incluso cuando existe una buena razón».
Durante la campaña electoral, y en menor medida desde que accediera al cargo, Obama ha realizado comentarios tranquilizadores sobre la raza. Reprendió a Eric Holder, su ministro de Justicia, cuando éste describió a EE UU como una «nación de cobardes» por no discutir la cuestión de las diferencias entre los blancos y otras minorías de forma más abierta.
Pero, empujado por una noticia que afectaba a un amigo, Obama se atrevió con mayores dosis de franqueza. Henry Louis Gates, director de un centro de investigación en Harvard, fue arrestado después de intentar forzar una puerta atascada en su propia casa con la ayuda de un taxista, que también era negro. En sus explicaciones iniciales, el mandatario no ocultó que, como el profesor universitario era un viejo amigo, su propia postura «podía sonar un tanto parcial».