«Se acabó la pesadilla»
Brindó por la noticia, pero sin olvidarse del presente incierto que vive sin apenas recursos económicos
| EL PUERTO Actualizado: GuardarSu teléfono móvil no paraba de sonar. Sí, el ex preso de Topas más conocido tiene hasta representante: «pero siempre me llaman a mí y lo entiendo, porque los informativos son así». Entre pausa y pausa se toma un 'chato' de vino y mira con complicidad a su pareja, Tamara de Orbe, embarazada de la nueva ilusión de Rafael. Dentro de cuatro meses aproximadamente recibirá otra buena noticia. La primera se la puso en bandeja la prensa. Un medio lo llamó por teléfono a las diez y media de la mañana: «Me costaba trabajo hablar porque no me lo creía». A las dos de la tarde, aún le costaba asumirlo, mientras esperaba la llamada de su abogada: «Estará muy liada».
Atrás deja el sufrimiento: «por fin se ha acabado la pesadilla. Desde que salí de prisión estaba convencido de que me declararían inocente, pero tenía miedo que se complicara la cosa porque algún día no fuera a firmar». El portuense tenía que presentarse en los juzgados cada quince días y el mismo miércoles cumplió con el trámite sin saber que iba a ser su última vez. De su pasado en Topas no quiere acordarse aunque hace un mes recibió la visita de un antiguo compañero de cárcel. «Es un canario que supo dónde vivía a través de una fotografía que salió publicada. Estuvo en mi casa y me regaló ese cuadro». Ricardi señala orgulloso el retrato que le pintó de su madre.
La vida en libertad le ha devuelto la soltura en el habla, le ha borrado por completo el gesto con rabia y ha consolidado la sabiduría que da las malas experiencias. «Estuve muy sólo en la cárcel y sé que ahora se van a acercar a mi mucho interesado. Pero yo sé diferenciar. Mis hijas, por ejemplo, las tengo muy cerca».
Pero el presente, sentencias aparte, es muy incierto para este hombre quien apenas tiene recursos económicos. Sobrevive con una ayuda de 420 euros. No puede trabajar y su pareja, que el año pasado vivía en la calle y mendigaba en la puerta de la Iglesia Prioral de El Puerto, tampoco tiene empleo. Rafael que sabe lo duro que es el asfalto, la recogió a ella y a una amiga con la única condición, «que dejará la droga». La que se convirtió en su novia, lo cumplió. Salvado ese escollo, ahora tiene otros: «Yo soy fontanero, pero tengo una incapacidad reconocida que me impide hacer mi trabajo. Me retiraron la pensión que tenía cuando entré en la cárcel y ahora me cuesta mucho cumplir el día a día».
Ricardi le pide a la Justicia que tenga flexibilidad con una indemnización que espera como agua de mayo. «Sólo pido que me den algo mientras se resuelve ese asunto, para poder ir tirando». Mientras llega ese dinero, anoche decidió marcarse un homenaje. Se lo debía.