Alfonso Gamaza, que compartió escenario con Michel Camilo o Wynton Marsalis, estaba a punto de grabar un nuevo disco. /L.V.
REACCIONES

Adiós al virtuoso desconocido

Familiares, amigos y compañeros de profesión despidieron ayer al bajista y compositor de jazz gaditano Alfonso Gamaza

| CÁDIZ Actualizado: Guardar
Enviar noticia por correo electrónico

«El talento más grande que ha dado Cádiz». Así definían ayer a Alfonso Gamaza sus amigos, músicos de talla nacional e internacional como Chano Domínguez, Javier Ruibal, Nono García o Tito Alcedo, muy afectados por la pérdida de uno de los grandes valores del mundo del flamenco jazz. Todos coincidían en recordar que, pese a no ser tan conocido por el gran público, el bajista gaditano era un «auténtico virtuoso», un instrumentista carismático y polifacético y un compositor inigualable. «A veces era muy difícil seguirle y asimilar su manera de ver la música», apuntaba el joven cantaor David Palomar, que participó en sus dos trabajos discográficos, Cambalache Jazz Club y Una de Paco.

Ayer, familiares y amigos dieron su último adiós al artista, que falleció el martes en Cádiz tras ser hospitalizado el pasado domingo a consecuencia de una pancreatitis. Tras velar su cuerpo en el Tanatorio Virgen del Rosario, sus allegados se dirigieron en la tarde de ayer al cementerio de Puerto Real, donde fue incinerado. Pese a que algunos de sus amigos más cercanos no pudieron asistir al responso -Nono García, Tito Alcedo, Chano Domínguez y David Palomar se encontraban de gira fuera de la ciudad-, otros se acercaron a despedirse de este genio, pionero del jazz en la provincia y uno de los artistas que más ha profundizado en la fusión de este estilo con el flamenco.

Rostros conocidos de la escena jazzística local como Pedro Cortejosa, Carlos Villoslada, José López, Juan Gómez Galiardo o Luis Balaguer visitaron la capilla ardiente y arroparon a la familia en estos duros momentos.

Vetado en el Falla

«Tenemos pensado hacerle un homenaje en forma de concierto, pero no será en Cádiz, porque aquí nunca se le ha valorado. Además ha estado vetado en el Falla», reconocía ayer su manager y amigo Humberto Camino. Asimismo, anunció que el artista estaba preparando ya la grabación de su tercer disco, un álbum en el que llevaba trabajando los últimos tres años. «Alfonso lo tenía todo listo para meterse en el estudio. Está todo secuenciado. Lo editaremos, pero me da miedo que al interpretarlo se convierta en algo muy distinto a lo que él tenía en mente», confiesa Camino. «Es una pena su pérdida, porque aún tenía muchas cosas que decir», afirma Javier Ruibal, quien compartió escenario con él en varias ocasiones.

Pese a especializarse después en el bajo eléctrico, Gamaza dio sus primeros pasos en la música aferrado a una guitarra. «Era magnífico. Aprendí muchísimo de él. Para mí era como un hermano porque nos conocíamos desde los doce años, cuando él trabajaba en una tienda de instrumentos y discos de vinilo», recuerda Chano Domínguez. Juntos introdujeron las primeras jam sessions en Cádiz, allá por los años 80, cuando compartían acordes, copas y humo en el Cambalache, el templo del jazz en la capital. «Estaba tocado por la varita mágica de la música», apostilla el pianista, quien en 2002 le llamó para hacer una gira por Estados Unidos. «Al final, se convirtieron en dos años de trabajo», compartiendo escenario con astros del jazz como Michel Camilo o Wynton Marsalis. De tradición clásica, éste último nunca contaba con bajos eléctricos, siempre contrabajos, hasta que conoció a Gamaza. «Alfonso ha sido el único bajista que ha tocado con Marsalis», apunta Camino.

En cuanto a su apodo, El Moderno, «viene de cuando tocaba la guitarra en la orquesta Casablanca», recuerda Chano. Por aquellos días, Alfonso, alumno aventajado y lleno de inquietudes, «tocaba canciones de Santana con su Gibson» y rasgaba las cuerdas con fuerza y frescura. «Estaba mucho más adelantado que el resto de músicos», apostilla el pianista. Ahora, «nos queda su legado, su buena música y miles de recuerdos». Veladas cómplices alargadas hasta el amanecer, noches memorables y actuaciones mágicas, todo ello aderezado con acordes improvisados y ritmos imposibles.