UNA FÁBULA

tontos de verano

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Imaginen que somos tontos. Sólo nos importan Ronaldo versus Messi, el bañador de la Obregón, el pistoletazo de Contador, los trabajillos de Paquirrín, un nueve de garantías para el Cádiz, el gentío en el chiringuito de la Marea. ¿Paro? ¿Recesión? ¿Precariedad laboral? Ya. Carnaza de medios. Preocupaciones informativas. ¿Muertes en el Estrecho? ¿Asesinatos conyugales? ¿Violaciones entre menores? Eso nunca nos ocurre. Pasa en otro sitio, no en mi barrio, pero hay que ver cómo está el mundo.

Ese mundo sigue y entre cremas bronceadoras y toallas a las que nunca se les va el último grano de arena, la economía se recompone, las grandes decisiones se agolpan en medio del estío. Será una casualidad, pero la sentencia contra el presidente de una de las mayores empresas del país sale a la luz pública un viernes por la tarde. Aprovechó su posición al frente de su anterior mayor empresa del país para sacar rédito en la Bolsa. Lo hizo, eso dice la sentencia. Sólo que el delito ha prescrito. Justo a tiempo. Nadie se entera. El fin de semana ahoga el scoop.

Lo sé, soy un mal pensado y será también una coincidencia que Cuatro y La Sexta (esos dos canales de televisión regalados) se vayan a fusionar en pleno agosto. O que el diálogo social (eso que dicen que mantienen sindicatos y empresarios) estalle en mil tensiones con medio país de vacaciones y el otro medio abanicándose (en paro).

De acuerdo. Exagero al pensar que la solución para los trabajadores de Delphi debía llegar en el ecuador de un verano (al igual que la liquidación se obró en mitad del desierto de calor). Casualidad. Por supuesto. Seguro que de aquí a septiembre no tendremos una sola mala noticia sobre Airbus, Visteon o Altadis.

Nada pasa en verano. Absolutamente nada. Son tonterías nuestras.