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MAR ADENTRO

El Cádiz de Jorge Pardo

JUAN JOSÉ TÉLLEZ
Actualizado:

Jorge Pardo, uno de los músicos más inteligentes y emocionales del último medio siglo, vuelve esta semana a Cádiz.

Y es que este confín viene a ser como una patria sentimental para su música, a la que rinde homenaje de múltiples maneras en su último disco, "Vientos flamencos 2", segunda parte como su propio nombre indica de una entrega anterior; que no sólo es buena sino que es mejor y que acaba de publicar "Flamencoworld Music".

Ahí, en el vértigo y en la solemnidad de su flauta y de sus saxos -soprano, tenor y procesado-, no sólo asistimos a la escalofriante versión del Cádiz de Isaac Albéniz que compuso para la película Iberia de Carlos Saura y que ejecuta con sus Carles Benavent al bajo y Tino di Geraldo a la percusión, sino que viajamos a la raíz profunda del grito de Camarón de la Isla, en dos secuencias impagables: una paráfrasis instrumental en clave de soleá de los cantes del Chaqueta con los que José Monge rendía homenaje a quien consideraba el cantaor más largo de la historia, así como la interpretación de Viejo mundo, aquella rubayata de Omar Keiam a la que Kiko Veneno puso música y que Jorge Pardo y el grupo Dolores tocaban cuando actuaban en directo con el genio de San Fernando.

Permítanme subrayarle otra presencia gaditana en esta obra, la de la guitarra barbateña de Nono García, con la que se atreve a convertir en blues el pasodoble En er mundo que algunas orquestas de jazz en China han convertido paradójicamente en un estandard más, situándolo al mismo nivel que Summertime o Stormy Weather.

Que nadie se equivoque: al margen de guiños a la galería, lo que este disco exhibe y lo que suele ser el directo del señor Pardo, obedece a su propio universo sentimental, que lleva desde Manuel de Falla, a quien rinde tributo al convertir la Danza del Fuego en un solo de flauta, a su afición genuina al cante -al flamenco que no al flamenquismo-, que en su nuevo disco cobra cuerpo con la voz de Antonio Carbonell recreando una soleá de El Borrico con la prestigioso toque de El Paquete; o con la de Diego Cruz en el tema Billones de años, en el que vuelve a dialogar con el pensamiento de Paco de Lucía, con quien quiso tanto aunque ahora esté ausente de este disco y de su propia vida artística.

Sin el autor de Entre dos aguas, el alma del sexteto se encarna nuevamente en Membrillo, junto a los ya mentados Carles Benavent y Tino di Geraldo, con la percusión de Rubem Dantas en una insólita grabación en vivo en el Mercat de les Flors de Barcelona, impresionada por Pepe Cervera allá por los años 90 y que cierra el disco.

Ese omega congenia con el alfa inicial de las bulerías y las las voces casuales del pianista Polo Ortí, del percusionista Moy Natenzon y de los peñistas de Elbucle en una fiesta de Macano que graba para la ocasión la japonesa trianera Kioko Shikaze.

El disco se completa con unos créditos de primera división en los que también aparecen Alejandro Vaquerizo, Josemi Carmona, Francis Posé o el piano de Hector González en una inolvidable guajira de su autoría, sin que falte, desde luego una rumba donde se dejan sentir las percusiones del duo Batuke.

No se trata de un disco apacible sino de un manifiesto. Contra los talibanes, vengan de donde vengan: «Ser el número uno es una tontería, bastaría con ser uno», arguye Jorge Pardo, que lo es. Compruébenlo en directo. Y en Cádiz, esta misma semana. No es publicidad encubierta. Es servicio público.