Es noticia:
ABCABC de SevillaLa Voz de CádizCádiz
MAR ADENTRO

apellidos ilustres

ILDEFONSO CÁCERES
Actualizado:

Tradicionalmente en nuestra ciudad, y ello lo recuerdo bien desde mi más tierna infancia, un buen apellido guardaba directa relación con los sectores bodeguero o agrario. La persona que ostentaba un apellido importante, lo era gracias a que en su línea familiar algún tatarabuelo, un abuelo, un tío, o el propio padre, en un momento determinado había decidido jugarse su propia economía para iniciar un negocio: bien bodeguero, bien agrícola, o ambos a la vez; negocios que, en su momento, fueron prósperos y base fundamental de la economía de nuestra ciudad, aunque hoy estén de capa caída. Eso ya es harina de otro costal y sin duda dará lugar a ulteriores crónicas.

Pero volviendo al tema de esta columna, Domecq, Osborne, Ruiz-Mateos, Bobadilla, Terry, Hidalgo, Humbert, Byass, y un largo etcétera, eran sinónimos de gente adinerada, de apellidos importantes y, eso sí, de un antepasado que un buen día decidió arriesgar sus cuartos, lo que con toda probabilidad ha permitido que su descendencia, en muchos casos, siguiera viviendo bien gracias al apellido.

Con la llegada de la democracia las cosas han cambiado de sol a luna, y los que antaño eran ilustres por su ascendencia, hoy son vistos como una raza a extinguir, poco menos que retrógrados derechones, y ello en beneficio de una nueva saga de apellidos ilustres, los cuales también poseen algo en común, aunque en esta ocasión y lejos de poner en juego su propia economía, les une el hecho de que alguno de sus antepasados, muy directos por cierto -padre o a lo sumo tío-, han sido políticos de una muy concreta formación de izquierdas, gracias a lo cual hoy pueden vivir del cuento.

Sirvan algunos ejemplos para ilustrar el comentario: Aído no sólo es el apellido del actual jefe de Gabinete de la Presidencia de la Diputación Provincial de Cádiz sino que, por extensión, también lo es el de su hija y ministra de Igualdad. Saucedo aparte de ser el apellido que corresponde al subdelegado del Gobierno Central en Cádiz, también le pertenece a su hija y subdirectora general del Instituto de la Mujer. Márquez es, de un lado el apellido que ostenta el presidente de la Mancomunidad Bahía de Cádiz y anterior diputado provincial, pero, de otro, también lo es de su hijo, director de la Empresa Pública de Suelo de Andalucía. Pizarro es el apellido del vicesecretario general del PSOE Andaluz y, casualmente, también lo es de su vástago y vicepresidente de la Mancomunidad de Municipios de la Janda. Perales, apellido ilustre por haberlo ostentado el recordado presidente de la Diputación Provincial de Cádiz y diputado nacional, también es el que luce su hermano, actual gerente de algo llamado Plan Bahía Competitiva, así como su sobrino, director general del Instituto Andaluza de la Juventud.

Y estos datos se obtienen sólo en la provincia de Cádiz y perdiendo no más de diez minutos en introducir apellidos en Google. Ya me dirán cómo puede ser la cosa si se tiene el entretenimiento veraniego de localizar este tipo de situaciones a nivel de todo el Estado Español.

Muchos de ustedes se mostrarán contrariados, como yo lo estoy, ante este tipo de situaciones, al igual que habrá otros muchos que se muestren a favor, por aquello de la democratización del apellido que ello implica. No obstante, entendiendo que ninguna de las situaciones son deseables, ni la anterior, ni la actual, al menos permítanme una única reflexión: a los apellidos bodegueros de antaño, sus gastos (ropa, coches, lujos...) se los pagaban sus respectivas familias; los gastos de los apellidos actuales lamentablemente van con cargo a mis impuestos.