Una empresa de vértigo
Trabajar a 80 metros de altura no es lo habitual, pero es el área de negocio por el que apostó esta compañía puertorrealeña
| CÁDIZ Actualizado: GuardarPara poner en marcha una empresa hace falta tener valor. Porque el emprendedor no sólo recibe desvelos y problemas sin fin como primera retribución, sino que, además, se está jugando los cuartos. Y hay ciertas áreas de negocio en las que no es posible entrar con miedo. Exigen una cuota de valentía adicional. Tal es el caso de los trabajos verticales. Y fue en este ámbito en el que se adentró el puertorrealeño David Navarro. Lo hizo a la antigua usanza.
Su primer paso fue incorporarse al mundo laboral bastante joven, cuando aún frisaba los 13 y 14 años. La construcción fue el sector en el que comenzó como trabajador por cuenta ajena. Tras varios años en la Bahía, cambió de aires en Valencia, donde se empleó en mantenimiento de buques. Sólo fue un paréntesis. Volvió a Cádiz y también al ladrillo. En una firma sevillana de la construcción se ofreció voluntariamente a trabajar con la cuadrilla de labores verticales. Fue entonces cuando se produjo su primer contacto con este trabajo de altura.
Corría el año 2002. Lo aprendió todo del oficio y cuatro años más tarde puso en marcha NG Trabajos Verticales. «Es un trabajo de alto riesgo, pero no nos da miedo la altura», asegura David. Comenzó él solo «con una furgoneta antigua y sin un euro». En la actualidad cuenta con seis empleados más y ha aumentado su parque móvil. En las últimas semanas hizo dos incorporaciones a su plantilla y prevé que próximamente haga otras dos. Hace tan sólo tres años que es un emprendedor, pero las cosas han ido bien y no deja de aumentar su cartera de clientes. El 80% de los encargos los recibe de las administraciones de fincas de las comunidades de vecinos, aunque también cuenta con contratos de mantenimiento de edificios de las administraciones públicas.
Respeto
Sienten mucho respeto por la altura, pero todas las herramientas se revisan a diario para asegurar que se cumplen todas las medidas de seguridad. Explica David que prefiere reducir los beneficios de la compañía en aras de la inversión en la seguridad de sus empleados. Este joven empresario asegura que si se trabaja adecuadamente, «el único riesgo de accidente es el factor humano». Apunta que en la provincia de Cádiz no se ha producido ningún siniestro laboral en este área de negocio hasta la actualidad. Y no sólo entran en juego para ello el correcto estado de cordajes, arneses y anclajes, que con agua o viento excesivo, se suspenden los trabajos hasta que la metereología sea favorable.
La altura máxima en la que ha trabajado esta empresa hasta la fecha es de 65 metros. En los próximos días la superarán. Ha firmado recientemente un contrato con la firma explotadora de un parque eólico en Puerto Real -el que se observa a mitad de la carretera que une la villa con Paterna- para pintar los doce aerogeneradores de la instalación. Cada uno de ellos se levanta 80 metros del suelo. Cinco operarios trabajarán al unísono en cada molino para que el trabajo de cada torre se realice en una única jornada -un molino parado es un aerogenerador que no produce energía ni, por lo tanto, ingresos-.
Dice David que haberse convertido en empresario tiene ventajas y desventajas. «Las cosas se ven de forma muy distinta a cuando yo era un empleado», corrobora. Le gratifica haberse convertido en emprendedor, las alegrías compensan los sinsabores y preocupaciones. Y asegura que apenas ha llegado a notar la recesión económica. «Hemos tenido que bajar un poco las tarifas, pero el trabajo sigue llegando y desde que comenzó la crisis he aumentado la plantilla», señala con orgullo.