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Mantener la alerta

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El combate internacional contra la nueva pandemia gripal está demostrando lo complicado que resulta mantener el equilibrio entre la información puntual sobre la evolución de la infección y la necesidad de evitar que se disparen las alarmas ante la rápida propagación de la enfermedad y, sobre todo, ante las predicciones sobre su incidencia en el Hemisferio Norte cuando llegue el otoño. La transmisión diligente, transparente y coordinada de los datos disponibles sobre la evolución del virus A/H1N1 y sobre los protocolos de actuación desplegados para tratar de prevenirlo y asistir a los contagiados constituye un instrumentos insustituible para que las poblaciones afectadas sean capaces de reaccionar racionalmente ante la pandemia. Una pandemia que, según la OMS, se está extendiendo a una velocidad «sin precedentes» pero sin que ello se haya traducido en una mayor virulencia de sus síntomas, que siguen siendo leves en la gran mayoría de los casos confirmados. Que esta última constatación actúe como muro de contención frente a la inquietud que pueda suscitar el imparable avance de la infección depende, entre otras cosas, de cómo se administre la información a partir de ahora y de cómo se aventuren los pronósticos sobre lo que puede ocurrir cuando el frío que ya ha intensificado la gripe en el Sur llegue al Norte. La decisión de la OMS de dejar de difundir estadísticas sobre la progresión del virus puede ser coherente con las dificultades para actualizarlas cuando la pandemia crece con tanta celeridad, sin que haya aún certeza de cuándo se dispondrá de la vacuna adecuada. Pero esa renuncia no puede redundar, en ningún caso, en una impresión de opacidad, especialmente cuando están proliferando augurios tan alarmistas como imposibles de comprobar hoy por hoy sobre las consecuencias del brote en los próximos meses; esta limitación también afecta a los 8.000 posibles fallecimientos previstos por el Ministerio de Sanidad español, que serían los mismos que suma cada año la gripe estacional. La muerte de una joven nigeriana en nuestro país sin síntomas aparentes de que sufriera alguna patología previa recuerda los enigmas que aún deben despejarse para hacer más eficaz la lucha contra la pandemia. Una lucha que, efectivamente, no debe minusvalorar la eventual incidencia del mal cuando Europa, Norteamérica y Asia septentrional se adentren en el otoño. Pero que tampoco debe orillar el riesgo de que esta gripe ahonde el abismo entre el mundo desarrollado y el subdesarrollado.