Sanidad pública
Actualizado: GuardarLa muerte de Ryan, el hijo prematuro de la primera víctima de la gripe A en España, nos ha dejado perplejos, por lo absurda, por lo cruel, por lo inexplicable: una mueca tétrica de la vida. No han tardado en rodar cabezas, en primer lugar la de la enfermera que le suministró el alimento por la vía equivocada. Pero tampoco han tardado en aparecer las voces de los sindicatos en defensa del personal sanitario, denunciando situaciones laborales irregulares, en las cuales enfermeros y médicos se ven obligados a trabajar en condiciones pésimas, bajo mínimos, en medio de una enorme presión. Se da la circunstancia de que este triste suceso tiene lugar en unos días en los que hay convocadas varias huelgas por parte de los sindicatos de médicos de Madrid, que protestan por la política sanitaria del gobierno autonómico de Esperanza Aguirre. Una política que, al igual que la educativa, tiene una clarísima tendencia a la privatización. Y resalto este hecho porque tengo la convicción de que el hecho de convertir la sanidad en un negocio privado no va a traer sino más presión al personal sanitario, más explotación, más contratos precarios, menos calidad, en suma.
La gran ventaja de los servicios públicos es que no se parte a priori de que deben ser rentables, sino de que deben ser eso justamente, servicios, y en ello estriba (o debería estribar) su gran calidad.
La sanidad y la educación pública forman parte de los contados logros de esta sociedad. Que no sean un privilegio de los que pueden pagarlas, supone un reconocimiento de los derechos básicos del ser humano. Nuestra sanidad pública tiene, además una enorme calidad. Es mejorable, por supuesto, pero en ningún caso merece ser objeto de críticas destructivas, ni mucho menos debe ser cuestionada su utilidad, su existencia. Sanidad pública sí, por favor.