Los mellizos de Carmen Bousada se quedan al cuidado de un sobrino
Los vecinos de Carmen Bousada la definen como una «buena mujer» Los mellizos que deja estarán al cuidado de un sobrino
| EL PUERTO Actualizado: Guardar«Si no fuera por la edad, parecería una madre normal». En esta descripción coinciden vecinos y conocidos de Carmen Bousada, la gaditana que ostenta el récord de haberse convertido en la madre de mayor edad tras quedar embarzada por voluntad propia de mellizos a los 66 años en un proceso de inseminación artificial. Más conocida como Carmela, la gaditana falleció de cáncer el pasado sábado en El Puerto, la localidad donde vivía. En el barrio, quienes la veían asiduamente relatan que «era muy buena mamá pese a que parecía más su abuela».
Pilar Pinto, propietaria de una tienda de alimentación situada junto al domicilio de su hermano Ricardo -una de las personas que más tiempo pasaba con ella-, es muy gráfica al evocar a Carmela y a sus hijos: «los niños están para comérselos». Pilar destaca que los sacaba a pasear a diario así como el aspecto aseado que tenían los mellizos. Estos dos detalles son resaltados también por Antonia Urbano, que regenta la tienda Trapo's, justo en frente del piso donde vivía Carmen, al final de la barriada de Los Toreros. Antonia recuerda que Bousada llegó nada más parir y que poco tiempo después le diagnosticaron la enfermedad. Los duros efectos de la quimioterapia provocaron que le costara más salir a la calle, por lo que se fue apoyando cada vez más en una joven asistenta para sacar a los pequeños a la calle, aunque «aún así se la veía bastante». Lo que sí puntualiza Antonia es que Carmen era «muy reservada», pues «apenas hablaba con los vecinos». Esta visión de normalidad también la corrobora Manuel Cañero, camarero de un bar que frecuentaban los hermanos Bousada: «se comportaba como una madre cualquiera», comenta.
Tras su desaparición, sus hijos, Christian y Pau, están al cuidado de un sobrino, hijo de Ricardo, uno de los mayores apoyos que tuvo Carmen. Fuentes de la Consejería de Igualdad y Bienestar Social explicaron a este periódico que, pese a lo peculiar del caso, en este tipo de situaciones no suele haber problemas legales para que la Junta de Andalucía, mediante un informe del Juzgado de Familia, permita un acogimiento permanente de los menores por parte del familiar que lo solicite.
Más allá de las capacidades de Carmen para cumplir con su rol maternal, el hecho de que falleciera a sus 69 años ha vuelto a poner sobre la mesa el debate acerca de sí limitar o no la edad máxima de las personas que quieran convertirse en madres. El tema puede abordarse desde los campos de la medicina, el derecho e incluso la ética.
Actualmente, en España no existe ninguna ley que regule la edad de las mujeres que quieran tener descendientes. La mayoría de las clínicas de reproducción asistida fijan motu proprio el tope en los 50 años, cinco menos que los que le exigieron a Bousada en el Pacific Fertility Center de Los Ángeles (Estados Unidos), donde se sometió a un tratamiento de fecundación in vitro al mentir sobre su edad a los médicos. Paloma Medrano, ginecóloga que dirige una clínica que lleva su apellido en Algeciras, señala que «establecemos el límite en 50 años porque es la edad normal en que se retira la regla de forma natural», si bien hay cierta flexibilidad para las personas que se conservan más jóvenes. La especialista alerta de que si se sobrepasa con creces esta edad, «las embarazadas tienen riesgos mucho más elevados de sufrir hipertensión, diabetes, varices y todo tipo de problemas derivadas de la sobre carga física que ello implica».
La doctora Medrano también alude a los dilemas morales a los que a veces se enfrentan los médicos. «No queremos convertirnos en jueces de lo que debe hacer cada uno pero en algunos casos te planteas si no estarás satisfaciendo un simple capricho», opina.
Otra controversia es la de los efectos que pueden sufrir unos niños tan jóvenes como los de Carmen tras el fallecimiento de su progenitora. Leonardo Santamaría, psiquiatra del Hospital de Puerto Real, sostiene que «si la relación materno-filial ha sido buena no tienen por qué padecer secuelas, lo importante es encontrar una figura equivalente». El doctor Santamaría añade que, aunque hay huérfanos que sufren trastornos ansioso-depresivos y problemas de desarrollo, personas como Pau y Christian «pueden crecer sin traumas al verse en un entorno familiar apropiado». Eso sí, la historia de su madre «posiblemente les sorprenda», como a todos.