Cambio de tercio
Actualizado: GuardarE l desbloqueo de la financiación autonómica, con el decisivo apoyo de la Generalitat catalana al Gobierno, y las zozobras internas que vuelve a sufrir el PP por las distintas ramificaciones del caso Gürtel han invertido los términos de la confrontación política que se dibujaba hace apenas un mes, tras la victoria de los populares en las elecciones europeas. El presidente Zapatero y el PSOE han logrado sacudirse, otra vez in extremis, el aturdimiento provocado por la derrota en las urnas y por la agudización de su debilidad parlamentaria, gracias a la aprobación del techo de gasto -antesala de la negociación sobre los Presupuestos Generales- y, sobre todo, al pacto sobre el nuevo modelo de reparto de fondos para las autonomías. Un pacto que tiene la virtualidad política de desactivar un foco de inquietud que se estaba enquistando peligrosamente para los socialistas y de atraer de nuevo a Esquerra Republicana al consenso parlamentario en Madrid.
Pero si bien los tres diputados de ERC resultan muy relevantes para acercar al PSOE a la mayoría absoluta que precisa para sacar adelante su proyecto presupuestario, el efecto más inmediato y vital del acuerdo sobre financiación es haber sellado las grietas abiertas en el tripartito catalán. A poco más de un año de las elecciones en Cataluña, el blindaje de la alianza en la Generalitat supone que el Gobierno de Zapatero está dispuesto a asumir las consecuencias del malestar de CiU, que sigue siendo el único grupo que le otorga en el Congreso por sí solo la mayoría que necesita. Porque aunque el pragmatismo de Unió ha actuado como contrapeso de la apuesta soberanista de los convergentes, y aun cuando la federación catalana no quiera renunciar a influir en Madrid, el cierre de la financiación ha otorgado tal protagonismo a ERC que ello condiciona, además de aliviar, la política de pactos de los socialistas. El carácter voluble de esos consensos ha sembrado una honda desconfianza en buena parte de la oposición parlamentaria. Pero ni esto, ni los problemas del Gobierno para hacer prosperar su agenda, bastan para que el PP haya logrado consolidar una suerte de alternativa, la cual, además, se topa ahora con las incertidumbres que proyecta el partido sobre las consecuencias en su seno de las investigaciones que afectan a su tesorero y al presidente Camps. Y a ojos de los demás, los populares siguen careciendo aún del empaque que da el poder o las opciones reales y próximas de conseguirlo.