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LO QUE YO LE DIGA

El dinero no duerme

JAVIER LÓPEZ jlopez@lavozdigital.es
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Hundí la empresa porque era hundible». Así explicaba un magnate neoyorquino de los negocios a un ejecutivo ambicioso lo que había hecho con la compañía que el joven aspirante a gerifalte de las finanzas esperaba reflotar. Es una escena de la película Wall Street. El malvado broker era Gordon Gekko, interpretado por Michael Douglas. El mozuelo era un patético (como personaje y, no nos engañemos, también como actor) Charlie Sheen. Va a haber segunda parte, El dinero nunca duerme -ya lo decía el tango-. Nunca entendí qué beneficio se saca de hundir algo. Pero siempre sospeché que los tiburones financieros sabían algo que se me escapaba. Y por eso no soy un mago de las finanzas.

Es una buena idea la de esta secuela. Hay mucho que contar de las cloacas bursátiles. Un medio en el que el que no se mueve como pez en el agua es porque le lastra hasta el fondo la falta de ausencia absoluta de escrúpulos, que como todo el mundo sabe es ligera, gaseosa, burbujeante. ¿Glamurosa? No, la porquería no brilla ni vestida de lentejuelas. La diosa Gades no tiene una antorcha para alumbrar a los que llegan por mar, se hace sombra en los ojos para ver si viene alguien. Aquí también vinieron, no sólo a Cádiz -que también-, a todo lo ancho de las tierras ibéricas. A usted y a mí se nos escapan los sotanos del parqué, no damos con el interruptor que prenda un poco de luz para entender los grandes trasvases de capital (ríase de los del Tajo y el Ebro). Pero tengo una certeza que nada entre dudas. La avaricia extrema -ajena a la sana ambición de prosperar- es la madre de los males actuales de Occidente y de los perpetuos de los que ahí no se cuentan. Y no yacerá insepulta en la arena tras una paz deshonrosa. Nos revolverá los bolsillos de nuevo.