Solución equivocada

L a vicepresidenta del Gobierno, Elena Salgado, presentó ayer su oferta para el nuevo sistema de financiación de las autonomías del régimen común. Las formas empleadas han sido malas. No se pueden emplear años en la negociación, rompiendo todos los plazos autoimpuestos y prometiendo acuerdos multilaterales, para terminar en un vulgar regateo bilateral con Cataluña, más propio de un zoco moruno. Pero el fondo es aún peor. El sistema de financiación que se sigue desde la Transición es confuso, oscuro y asimétrico. Se presta al agravio permanente y da pie constante para las más atrevidas reclamaciones.

Preso en una tupida tela de araña y empujado por todos los lados, el Gobierno se ha convertido en la parte más débil del juego y ha cuadrado el sudoku diabólico a base de regar dinero con la generosidad del manirroto. Desgraciadamente, da la impresión de que en este país no hay nadie que respete y defienda los Presupuestos Generales, y el Ejecutivo el que menos. Porque una cosa es utilizar el déficit como instrumento anticíclico y ponerlo a trabajar para salir de la crisis y paliar los efectos sociales perniciosos que provoca y otra, bien distinta, utilizarlo de manera irresponsable para contentar a todos los jugadores y solucionar los aprietos que le causa su debilidad parlamentaria. La oferta complace al president Montilla y satisface a ERC. Ya saben lo que eso significa. La prueba la tienen en que todas las autonomías juzgan la bondad de su propuesta comparándola con lo entregado a Cataluña y nadie de acuerdo a sus necesidades, que siempre son ilimitadas.

Por su parte, el PP está cogido en una trampa. Aunque su dirección nacional discrepe del sistema general, sus principales baluartes en Madrid y Valencia es posible que terminen acogiendo complacidos el premio recibido para compensar el Gordo catalán. Los demás, a esperar la pedrea.