Manolo caracol
Actualizado: GuardarSe ha cumplido esta pasada semana un siglo del nacimiento del gran Manuel Ortega Juárez, más conocido como Manolo Caracol. Abrió los ojos un 7 de julio en Sevilla, en la Alameda de Hércules, y desde allí, con su arte inigualable, su estilo inimitable y su arrollador carisma de gitano y de artista, fue conquistando con gloria los escenarios y los públicos de España y del mundo. Artista personalísimo de personalísimos conceptos, hizo del flamenco espectáculo, lo sacó de los cuartos de cabales y de las juergas de señoritos y lo subió a los teatros para pasearlo por todo el mundo, aunque muchos dijeran que aquello no era ni flamenco ni gitano. Pero él, como ya sentenciara una vez, siempre pensó lo contrario, y lo defendió a capa y espada: todo es cante, decía, y luego te lo demostraba hablando de tal o cual cante y de donde procedía. Su voz era lo mas hondo y personal que ha podido dar el flamenco, una voz injertada en la raíz mas enigmática y ancestral de su raza, que él cuidó, acarició y musicalizó como nadie. Combinó con un perfecto equilibrio la hondura con el pellizco y la melodía, e hizo de la Zambra un emblema y una bandera de la belleza, donde su voz se gustaba hasta lo exquisito, como se gustaba ritualmente cuando le cantaba a Lola Flores, encendiendo volcanes de pasiones confesadas. Fue un gran señor sin dejar de ser sencillo, patriarca emblemático en Los Canasteros, por donde pasaron los mejores artistas. En aquel tablao, en 1.972, José María Velázquez le hizo una entrevista para el mítico programa Rito y geografía del cante, de recordada memoria a pesar de los años transcurridos, pues fue lo mejor que en Televisión se hizo sobre flamenco. En esa entrevista, de la que se conserva un fragmento en el portal youtube, puede decirse que se condensa el espíritu y el ser de Manolo Caracol en estado puro. En apenas nueve minutos, el gran gitano imparte una pequeña gran lección donde expone sus personalísimos conceptos y sus pareceres sobre estilos y cantaores. Hay en sus palabras una mezcla de sabiduría y humildad que atrae, porque se adivina la gran personalidad que bulle detrás de aquellas frases y lapidarias sentencias: hay que tener bajo, y no cantar sólo de cabeza, y hay que tener pellizco, melodía y música, apostillaba. Toda una cátedra del cante resumida en una frase. Por eso fue tan grande.