Misterio
Actualizado: GuardarRezando así la Azora (67:13-14): «¡Guardad en secreto vuestras palabras o divulgadlas! Él conoce perfectamente lo que encierran los pechos», y aseverando Max Plank que: «La ciencia no puede resolver el misterio definitivo de la Naturaleza. Siendo así porque en último término nosotros mismos somos parte del misterio que intentamos resolver», y respetando estos preceptos, no sé si honesto parecería que guardara en secreto mis palabras o, por el contrario, que las divulgara, para que no sea Él, por tácita delegación, quien deba asumir la responsabilidad de difundir los clamores que habitan en mi pecho, puesto que a mí y a mis esencias, únicamente, atañen y competen.
Ante esta disyuntiva, elijo el riesgo de divulgar mis dudas sobre la arquitectura legislativa de los misterios, para que así cobre sentido la citada frase del padre de la física cuántica. No se asientan los misterios sobre cimientos, ni zunchos perimetrales; no crece su edificio gracias a la esbeltez del pórtico de inspiración romana, como no goza de la gracia rústica, carnal, del adobe. El misterio, los misterios, son un inmenso bloque de hormigón impenetrable, en el que ni la ciencia capaz es de encontrar acomodo y aliento.
Atribuible al caudal de los misterios me parece, que en los últimos treinta años, desde antes, en España, hayamos invertido tan poco en educación, en formación. En formación docente y discente. Que hayamos permitido que el sistema educativo se deteriore tanto, que se haya convertido en algo tan amorfo y falto de carácter. Que nuestros maestros se hayan convertido en marionetas zarandeadas por los padres (yo respeto el nombre epiceno por suficiente y adecuado), agrupados o no; por los alumnos irrespetuosos, sin que la Sociedad Civil, en pleno, haya ejercido su soberanía para tutelarlos desde su incontestable autoridad. Más aún, que no se les haya dado acceso a la formación permanente en bien de todos y retribuirles con largueza los impagables servicios de estructuración cultural de la Nación.
Proscribir del sistema educativo a los elementos esenciales, sustanciales, de la disciplina, del esfuerzo, del sacrificio y del denuedo, lo ha despedazado, convirtiendo al niño y al adolescente en un amasijo de tiranos veleidosos e indefensos, a la vez que esa meliflua tolerancia de la «paidocracia», los convierte en víctimas de esa mullida trama de tutelas, creyendo que ese acolchonado bastión, los defiende de los avatares de la frustración. Vivir la vida plenamente forma parte de esos misterios insondables, porque la formación para la vida, se asienta sobre preceptos abstractos y para que la razón pueda ingerirlos y digerirlos, se requiere de la parsimonia de una sólida y adusta educación. Las habilidades cognitivas como las no cognitivas, esto es, aquellas que cualifica y cuantifica la razón, y aquellas que no es capaz de cuantificar ni cualificar, otro misterio, se ponen en valor gracias a la pertinaz labor de muchos, de todos. Dicen los dogón, allá por Mali, que «hace falta todo un pueblo para educar a un niño». Puedo certificarles que el anhelado desarrollo socioeconómico sostenible, tan sólo se alcanza por medio de una tupida red de bachilleres con carácter y creatividad. No busquemos un idílico futuro allí donde no se halla, ni hallará. La educación certera, dimana de la Autoridad de la Nación. Y de los valores.